El vino es una de esas bebidas que todo el mundo conoce y que, alguna vez, hemos probado. Ya sea en una cena o en una comida, este líquido podría salvar más de una vida si su consumo es moderado y se conocen sus propiedades curativas, sobre todo para problemas relacionados con el corazón.
Propiedades curativas
Contiene antioxidantes que benefician un correcto funcionamiento del motor del cuerpo, aunque el vino destaca más por prevenir con estos componentes posibles ataques al corazón. Al menos, si no los evita del todo, sí que puede ayudar a que el riego sea menos perjudicial.
Estos antioxidantes previenen a su vez los problemas cardiovasculares, ya que el vino proviene de la uva, fruto que contiene grandes propiedades vasodilatadoras que mejoran nuestro organismo. Así como su función como regulador de la digestión y del tránsito intestinal.
Prevención de infartos
El vino tinto es el que mejor funciona como protector del corazón y contra posibles enfermedades relacionadas con la cardiopatía. Esto ocurre porque tiene mayores niveles de flavonoides, taninos y polifenoles, que sirven para un correcto tránsito de las arterias y como antioxidantes, respectivamente.
Otro de los componentes menos conocidos del vino es el resveratrol, que es el que permite que la sangre sea menos densa. Por lo tanto, al hacerla más líquida y menos pesada, el corriente sanguíneo consigue un tránsito adecuado para prevenir esos posibles ataques o infartos. Esa mejora de la calidad de la sangre se consigue también gracias al proceso de anticoagulación, lo que evita que se creen grumos en nuestro propio organismo que taponen o empeoren en sistema cardiovascular.
Regulador de la presión arterial
Al mejorar la circulación sanguínea del cuerpo, las personas con problemas de hipertensión ven en el vino una medicación natural. En principio, el alcohol afecta a la tensión por su efecto etílico, pero al rebajar la sensación de pesadez tras las comidas y la presión arterial, el vino consigue regular los problemas derivados de la hipertensión.
El vino como regulador
Como ya se ha apuntado, el vino ayuda a que las arterias se dilaten y que la sangre sea más líquida, así como por sus antioxidantes. Al tener un tránsito más regulado, el colesterol no se adhiere a las paredes de las venas, por lo que los niveles se reducen considerablemente. Siempre y cuando mantengamos un estilo de vida moderado y una dieta adecuada a cada persona, nuestro corazón no se verá forzado para hacer su trabajo gracias a estos beneficios.
Retrasa los signos de la edad
El resveratrol es el que retrasa la inflamación del cuerpo, por lo que hay una combinación entre los antioxidantes y el resveratrol que mejoran nuestro cuerpo, tanto por dentro como por fuera. Uno de esos efectos más latentes es el retraso prematuro del envejecimiento, así como una mejoría de los procesos cognitivos.
Con esto último, nos referimos a la prevención de enfermedades como el Alzheimer, otros problemas mentales como la demencia senil e incluso la pérdida de audición. Eso sí, siempre y cuando sea posible ingerir esta bebida, dado que no todo el mundo puede combinar el vino con distintos medicamentos o prescripciones médicas.
Beber con moderación
El vino es una bebida alcohólica, por lo que no todo el mundo puede o debe tomarla. En los casos más obvios, se encuentran niños, embarazadas, diabéticos y personas con adicción a la bebida, aunque siempre se puede consultar a un experto si tenemos algún tipo de enfermedad que pudiera contrarrestar sus efectos curativos o potenciar ese grado de alcohol. Así como los que están bajo tratamiento médico, ya que los medicamentos que se están ingiriendo pueden empeorar nuestra salud.
La leyenda sobre tomar una copa de vino al día para mejorar nuestra salud es cierta. Pero con ciertos matices. Siempre es recomendable ingerir del tipo tinto, ya que es el que mayores propiedades saludables tiene, así como beber acompañando a las comidas para restar ese efecto etílico.