A menudo se suele relacionar el llanto con un signo de debilidad. A la gente generalmente no le gusta que los demás le vean mostrar sus sentimientos y mucho menos llorar. Hemos oído incluso frases del tipo: "los hombres no lloran", como si hacerlo hiciese a uno menos "macho". ¿Por qué tiene tan mala fama una conducta totalmente natural? ¿Por qué nadie quiere que le vean llorando?
5 beneficios que te aporta llorar
Los humanos lloramos por diversos motivos. Uno de ellos y tal vez el más común es limpiar el cristalino de posibles agentes externos. Seguramente ya imaginas los desencadenantes, tal vez porque se nos haya metido algo en el ojo, porque estemos en un ambiente cargado de humo o puede que sea porque tengamos los ojos irritados tras el exceso de estar un tiempo tras una pantalla, leyendo... Pero llorar no solo tiene el objetivo de lavar el ojo si no también nos ayuda a regularnos emocionalmente. Es más, se ha comprobado en muchos estudios que llorar es un proceso que nos permite aliviar parte del dolor y sufrimiento que tenemos. Es natural, sano y altamente aconsejable.
1- Es un sedante natural
Cuando estamos ante una situación que nos supera, el llanto nos ayuda a calmar el dolor tanto físico como emocional. Por un lado, cuando derramamos lágrimas se libera en nuestro cuerpo opiáceos endógenos, son proteínas que funcionan como los sedantes clásicos y parte del dolor físico que sentimos desaparece, por eso cuando nos hacemos daño (una herida, una lesión, quemadura, etc) lloramos sin que podamos evitarlo, es una reacción del cuerpo para hacernos más llevadero el sufrimiento. Si no llorásemos tendríamos menos tolerancia al dolor físico.
2- Nos aporta calma y bienestar emocional
Aparte de los opiáceos endógenos mediante el llanto también liberamos adrenalina, noradrenalina y manganeso que se encuentran en exceso cuando nos estamos en situaciones estresantes. Son hormonas que ante situaciones límite se segregan y preparan nuestro cuerpo para la acción. Sin embargo, el cuerpo es inteligente porque cuando nos encontramos en este tipo de situaciones pero no tenemos salida, es decir, nos sentimos impotentes, el exceso de adrenalina y noradrenalina no nos sirve de nada en nuestro cuerpo, solo para hacernos sentir mal. Mediante las lágrimas liberaremos esa tensión y malestar, nos sentimos más relajados. Es más ¿sabías que son distintas las lágrimas que segregamos cuando lloramos para limpiar el cristalino, por alegría o por tristeza? La composición de nuestras lágrimas es diferente, a simple vista no lo percibimos pero si las recogemos y las vemos con un microscopio electrónico podemos observar que tienen más cantidad de proteínas prolactinas (encargadas en parte de liberar ese estrés y carga emocional) las lágrimas de tristeza y dolor que las otras. Es porque están diseñadas para cumplir un objetivo más profundo.
3- Nos dan lucidez mental
Una vez que lloramos, liberamos estrés, tensión y poco a poco nos vamos sintiendo mejor, también notaremos que será más fácil concentrarnos y pensar con claridad. Es porque las lágrimas nos aportan lucidez y nos ayudan a llegar a la solución de nuestros problemas. Es decir, nos ayudan a llegar a un estado racional, pero claro, para llegar ese estado racional primero tendremos que pasar por el emocional. Como ya dijo William H. Frey II en su momento (bioquímico que hizo múltiples estudios sobre las lágrimas y sus beneficios) "tras el llanto las personas ven las cosas con más claridad porque ya no están las penas que obstruyen el intelecto".
4-Nos ayudan a empatizar
La empatía es la capacidad que tiene una persona de ponerse en el lugar de la otra, es decir, imaginar como se siente o que pensaría en una determinada situación. En este sentido, las lágrimas nos ayudan a empatizar con los otros y que ellos también lo hagan con nosotros. Así, gracias al lloro las personas profundizan en sus relaciones y las hacen más resistentes a las adversidades. Si crees que exagerado piensa en tu día a día, ¿cuáles son las personas que mejor te hacen sentir cuando tienes un problema? ¿Son capaces de ponerse en tu lugar y entenderte? ¿comparten tu forma de pensar? ¿se preocupan por ti cuándo estás triste o decepcionado?
5- Interiorizamos mejor nuestros sentimientos
Al llorar nos entendemos mejor a nosotros mismos pues nos permite experienciar todo el rango de emociones existente. Así, cuando vemos una película triste empatizamos con los protagonistas y también lloramos. Por otro lado, también hace darnos cuenta de cuando estamos felices y que debemos agradecer lo que tenemos en esta vida. Por ejemplo, cuando lloramos de felicidad es porque estábamos viviendo una situación angustiosa y llena de incertidumbre y cuando por fin sabemos que todo terminará bien (con una consecuencia buena para nosotros) ya no es necesario que nuestro cuerpo retenga esas sustancias relacionadas con el estrés y por lo tanto empezamos a llorar.
Por tanto, ¿es bueno reprimirnos?
Para nada. Siempre que lo necesitemos tenemos que liberar el llanto. Desde pequeños nos han inculcado que llorar es mostrar debilidad y que nunca debemos mostrarnos de esa manera ante los demás, está mal visto y se relaciona el llanto con la mediocridad e inseguridad. Sin embargo, se ha comprobado que reprimirnos solo hará que nos sintamos peor y que no pensemos con claridad, lo cual no es muy inteligente si queremos resolver rápida y eficazmente nuestros problemas. Además, si acumulamos tensión continuamente y no nos permitimos liberarla acabará manifestándose de alguna manera tarde o temprano. Puede ser en forma de gritos, discusiones o incluso algo peor.
Por ejemplo, las personas torpes emocionalmente pueden incluso llegar a hacerse daño físico a los demás o a ellas mismas. Por otro lado, las personas con un gran autocontrol pero que no se permiten expresar sus emociones pueden por el contrario somatizarlas físicamente. Las manchas, erupciones en la piel o problemas gastrointestinales son ejemplos de ello.
Finalmente, llorar nos protege contra futuros trastornos psicológicos. Por eso, tras la muerte de un ser querido los psicólogos insisten en que se tiene que pasar un periodo de duelo para que la persona pueda superar la pérdida. No hacerlo podría desencadenar en el futuro un trastorno de ansiedad, una depresión, fobias e incluso ideas delirantes.