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HORMONAS

Cómo el cerebro te enamora con la oxitocina, la hormona del amor

Cómo el cerebro te enamora con la oxitocina, la hormona del amor
Sara Menéndez Espina
Última actualización: 9 Marzo 2017
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En Bekia Salud nos ponemos románticos para celebrar San Valentín conociendo cómo influye el cerebro en el amor.

Este repaso a la hormona del amor es la manera que tenemos en Bekia Salud de festejar el Día de San Valentín, y por ello nos hemos desviado de lo que es estrictamente la salud para conocer un poco más cómo nuestro cuerpo tiene relación con cuestiones tales como las relaciones personales. Para aprender más sobre relaciones de pareja y amor, tenéis disponible el canal Bekia Pareja.

La oxitocina, la hormona del amor

La oxitocina es una hormona que, al igual que ocurre con el resto de las mismas, se secreta bajo una gran variedad de diferentes situaciones. Se le llama la hormona del amor, pues es una de sus funciones más conocidas, pero también media en procesos relacionados con la reproducción, como el parto o la lactancia.

La oxitocina se almacena y libera desde la hipófisis o glándula pituitariaLa oxitocina se almacena y libera desde la hipófisis o glándula pituitaria

Se fabrica o sintetiza en el cerebro, concretamente en el hipotálamo, y se almacena en la hipófisis o glándula pituitaria. Esta glándula la almacena y la secreta a la sangre cuando es necesario. Puede funcionar de dos maneras: como hormona, que lo que hace es viajar por la sangre hacia la parte del cuerpo donde provoca su efecto (por ejemplo, la secreción de leche por el pezón), o como neurotransmisor. En este segundo caso, lo que hace es estimular otras zonas del cerebro, y lo que provoca son respuestas en nuestro comportamiento, como la excitación sexual.

¿Por qué es la oxitocina la hormona del amor?

Según diversos estudios, cuando nos encontramos en una fase de enamoramiento, aquella en la que tenemos sentimientos muy fuertes de deseo por estar con la persona por la que estamos embelesados, nuestro cerebro presenta mayores niveles de oxitocina.

Se cree que esta hormona nos incita a mantener relaciones monógamas, pues se ha encontrado que en hombres estimula el centro de de recompensa del cerebro ante la idea de mantener una relación amorosa exclusiva con su pareja. Esto quiere decir que cuando pensamos en establecer una relación de ese tipo con la pareja, la oxitocina provoca en el cerebro una respuesta de placer. Y es que tanto la oxitocina como la dopamina tienen esta función de recompensa, consistente en provocar sensaciones placenteras que nos animan a repetir esa acción. Incluso hay estudios que afirman que cuando un hombre presenta en el cerebro mayores niveles de oxitocina, ve a su pareja más atractiva físicamente que aquellos que tienen niveles bajos. No obstante, esto no debe tomarse como una naturalización de la monogamia, pues este tipo de relaciones nos provocan una reacción placentera porque son las consideradas socialmente como deseables.

La mayor muestra de que la oxitocina es la hormona del amor, o al menos de la atracción, es que cuando mantenemos relaciones sexuales sus niveles en el cerebro aumentan, encontrándose el mayor pico durante el orgasmo.

Además de estas funciones más relacionadas con las relaciones amorosas, la oxitocina tiene otras muchas y muy útiles funciones en nuestro cuerpo y nuestro comportamiento, ente ellas, es una hormona que potencia las relaciones sociales con los demás, nos incita a ser más generosos en ciertos momentos y, sobre todo, reduce los efectos del estrés.

¿La oxitocina me hace estar enamorado o es mi amor el que produce la oxitocina?

Una cuestión que los profesionales encargados de estudiar las funciones del cerebro y el comportamiento tienen presente, sobre todo los psicólogos, es que la relación entre activación cerebral, secreción de ciertas hormonas y la conducta, no es unidireccional. Así, si la oxitocina nos hace tener ciertos sentimientos (incluso cuando, por causas genéticas o patologías, nuestro cerebro no secreta la suficiente cantidad de oxitocina, nuestro comportamiento se ve alterado), nosotros sí que podemos provocar la producción de oxitocina.

Durante la fase de enamoramiento nuestro cerebro tiene mayores concentraciones de oxitocinaDurante la fase de enamoramiento nuestro cerebro tiene mayores concentraciones de oxitocina

Al igual que, por ejemplo, si practicamos un deporte extremo, como el puenting, hacemos que nuestro cerebro libere dopamina, cuando nos sentimos atraídos por una persona, hacemos que libere oxitocina. ¿Por qué nos atrae esa persona? Pueden ser muchas y diversas causas (no hormonales ni biológicas) pero sabemos que el resultado es que liberamos oxitocina, y eso también puede estar provocando que cada vez nos sintamos más atraídos (recordemos su función de recompensa).

Así, el contacto físico con una persona aumenta los niveles de oxitocina, aunque no sea un contacto con fines amorosos o sexuales. Un abrazo, una caricia o un beso nos hace sentir ese bienestar de la oxitocina, pero también con otras actividades diferentes. Practicar la relajación, comer chocolate e, incluso, acariciar a una mascota, también hacen que liberemos oxitocina.

¿Cómo podemos usar la oxitocina para conquistar a una persona?

Es cierto que no podemos utilizar una fórmula química mágica para embaucar a una persona por la que no sentimos atraídos, pero sí podemos aprovechar los conocimientos que tenemos sobre la oxitocina para intentar desencadenar alguna respuesta de afecto, o dicho en otras palabras, hacer un poco de trampa.

Para ello, si queremos provocar cierto "escalofrío" a esa persona, podemos rozarla fingiendo que ha sido sin querer, o iniciar ligeros acercamientos físicos (tocarle el brazo cuando hablamos con él o ella, por ejemplo). Así facilitaremos que su cerebro libere oxitocina, aunque también hemos de tener en cuenta que no es una fórmula mágica, esa respuesta química en el cerebro puede que no sea suficiente para que aumente su interés.

Realmente, este truco es uno de los más antiguos que conocemos para intentar conquistar a alguien, y es que las personas conocemos perfectamente las reacciones de nuestro cuerpo sin falta de saber su mecanismo fisiológico o psicológico.

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