La Navidad es, al mismo tiempo, una fecha muy alegre y una muy triste; todo depende del contexto que nos rodee, y de las pérdidas que hayamos tenido que sufrir. Y es que cuando somos niños, lo habitual es que pasemos la Navidad acompañados por todos nuestros familiares: abuelos, primos, tíos, padres... ¡Y eso es lo que más acabamos valorando! Aunque los regalos sean un momento muy esperado, luego son los momentos en familia los que más se valoran.
Por eso ir viendo pasar los años puede acabar siendo muy duro. Vamos viendo cómo las sillas en la mesa comienzan a quedarse vacías, ya sea porque son personas mayores que han fallecido, o tíos que comienzan a celebrar la Navidad en otro sitio, o primos que estudian fuera y no pueden volver en Navidad. Cada vez son menos las personas que aparecen para cenar en Nochebuena, y eso puede acabar pesando más de lo que pudiéramos creer; sobre todo cuando hay procesos de duelo de por medio, que siempre son extremadamente complicados. No obstante, no te preocupes si este es tu caso, y no te sientas solo, porque también es el caso de muchas otras personas.
Es algo totalmente natural, es ley de vida: los años pasan, y las personas, por desgracia, no son eternas. Y en fechas tan familiares como la Navidad siempre es complicado asimilar esto. Pero no te preocupes, porque nosotros te vamos a dar unas cuantas claves con las que comenzarás a vivir la Navidad con la misma ilusión que siempre. O, al menos, ¡con algo de ilusión!
1. Debes aceptar que las cosas cambian
Como en toda fase de duelo, es fundamental que aceptes y comprendas que las cosas cambian, y que no todo puede permanecer estático. Porque las personas no somos inmortales y, por desgracia, todos acabaremos yéndonos. Es normal que haya huecos vacíos en la mesa, personas con las que antes compartías estas fechas y ahora no estén; no es motivo de tristeza, sino de alegría, por haber compartido otras fiestas con ellos.
2. Recuérdalos a modo de homenaje
Algo que te puede ayudar en este trance es recordar a todas esas personas que se han ido, hacer una especie de homenaje, y pensar en ellos. Sé feliz por ellos, disfruta por ellos, y espera que, algún día, cuando tú te vayas, sean tus hijos o sobrinos los que hagan lo mismo por ti. De nada sirve entristecerse por un fallecimiento; pese a que haya una ausencia imborrable, eso no es malo en sí mismo. Indica que la persona que se fue era importante.
3. Céntrate en las personas que sí están
Seguro que ha habido huecos muy grandes que difícilmente se podrán llenar, pero seguro que también ha habido nuevas incorporaciones a tu familia. Ya sean parejas de tus primos, o tíos, o sobrinos, o bebés que acaban de nacer. Ellos son el futuro de tu familia y, por tanto, en lo que debes centrarte para ser aún más feliz.
Un nuevo nacimiento siempre trae consigo ilusión, y es la mejor forma de completar el proceso del duelo.
4. No está mal estar triste
Algo que debes tener siempre en cuenta es que tus sentimientos son válidos, y que el hecho de que estés triste no es malo. Es totalmente comprensible que te entristezcas, que llores o que no te apetezca estar siempre feliz. No pasa absolutamente nada, porque eres un ser humano y, como tal, tienes tus momentos de flaqueza.
5. Tras un mal día, debe venir otro bueno
Permitirte estar mal un día es, como hemos señalado, totalmente comprensible y normal. Pero eso no implica que debas aislarte en tu burbuja y estar siempre mal; debes abandonar este proceso de duelo y tratar de continuar con tu vida, con tu Navidad, con tu familia, pese a las ausencias que pueda haber. Es fundamental que hagas esto, porque si no podrías acabar cayendo en depresión, y necesitarías de tratamiento psicológico para superarlo.
6. Pide ayuda: no pasa nada por tener momentos de flaqueza
Si ves que tu tristeza no pasa, que tus malos días continúan unos detrás de otros, que el duelo no acaba nunca, que la Navidad no hace más que acrecentar tu dolor... Pide ayuda a un profesional. Porque él, o ella, sabrá ayudarte mejor que nadie y sabrá guiarte en tu proceso de recuperación. Ir al psicólogo no quiere decir que te hayas equivocado en algo, o que todo en tu vida vaya mal, simplemente es como si tuvieras un resfriado y necesitaras de tu médico de cabecera para que te recetara algo.