En una sociedad cada vez más envejecida las enfermedades relacionadas con la tercera edad son cada vez más habituales. Las profesiones vinculadas al cuidado de las personas mayores son cada vez más solicitadas y es habitual que en casi todas las familias haya personas que sufran alguna enfermedad propia de la edad, como puede ser la demencia senil.
Cada enfermedad ha de ser tratada de un modo específico, teniendo en cuenta las características de la dolencia pero también cómo afecta a cada individuo. En el caso de la demencia senil no todas las personas la sufren igual ni en el mismo grado, por lo que hay que adaptarse al enfermo de manera específica.
En el momento que se detecta la demencia senil en las personas mayores se ha de empezar a pensar en cómo darle los mejores cuidados y sobrellevar la enfermedad. Se trata de una dolencia crónica, que no tiene cura y en la que la única opción es utilizar tratamientos y terapias que favorezcan la vida del paciente en las mejores condiciones posibles, pero sabiendo que no se recuperará.
El paciente sufre la enfermedad, que está vinculada con importantes pérdidas de memoria que llegan a afectar al desarrollo normal de su día a día, pero afecta directamente a las personas de su entorno que han de adaptarse a la nueva situación. El enfermo empezará a ser dependiente y alguien deberá encargarse de sus cuidados lo que obligará a tomar una serie de medidas desde el primer momento.
Alternativas de estancia
Lo primero que se ha de plantear la familia no es cómo cuidarlo sino dónde hacerlo. Como comentábamos una persona con demencia senil necesita supervisión y cuidados que, según avance la enfermedad, cada vez serán mayores. En el caso de que la persona viva sola ha de buscarse acompañamiento y para ello hay varias alternativas.
Puede ser la propia familia la que asuma el cuidado del familiar. Suele ser la primera opción para muchos y en el caso de que la demencia aún no esté muy desarrollada puede hacerse sin grandes problemas. Es importante que la responsabilidad no caiga sobre una única persona sino que sea un trabajo de colaboración.
La alternativa es recurrir a profesionales en el cuidado de la tercera edad, ya sea personal que acude a casa varias horas al cabo del día o con residencia permanente o el ingreso en un centro para personas mayores. El decantarse por uno u otro modelo es una decisión que atañe a la familia y en la que han de tenerse en cuenta diversos factores, como el hecho de que la familia pueda atender al enfermo, tenga capacidad económica para sufragar los gastos de cuidados externos, preferencias de los cuidadores e incluso del enfermo.
También hay puntos intermedios como estancias temporales en residencias de la tercera edad, en momentos puntuales como pueden ser las vacaciones, o el recurrir a profesionales en casa determinados momentos u horas en que se necesite. También existe una importante red de centros de día que pueden suponer un alivio de varias horas al día para los cuidadores.
Cuidar a los cuidadores
La demencia senil es una enfermedad que no tiene cura pero que tampoco es breve. Las personas mayores pueden convivir con ella durante muchos años así que a la hora de afrontar sus cuidados hay que tener en cuenta que es una situación que se prolongará en el tiempo y no va a solucionarse en unos meses. Además, tiende a convivir con otro tipo de enfermedades como el parkinson.
Por ello se suele hacer especial hincapié en la necesidad de que los propios cuidadores se cuiden. Pasar muchos años continuamente de una persona con demencia senil puede hacer mella en quienes están a su lado. Además de afectar al estado anímico y llegar a episodios de depresión también puede tener dolencias físicas derivadas del continuo cuidado. Ya lo comentamos antes pero lo más recomendable, cuando las circunstancias lo permiten, es que el cuidado de una persona con demencia senil no recaiga en un único individuo, sino que esa responsabilidad sea compartida. Es importante que se ponga en valor su trabajo y que otros sepan qué es lo que tiene que hacer.
Los cuidados que precisa una persona con demencia están enfocados, fundamentalmente, a permitirle tener una vida con la mejor calidad posible a pesar de los inconvenientes. Al margen de tratamientos farmacológicos para evitar que la enfermedad avance más rápido o paliar algunos de sus síntomas existen terapias encaminadas en el mismo sentido.
Cuando una persona empieza a desarrollar demencia se detecta porque tiene una importante pérdida de memoria, pero también porque deja de lado cuestiones como el cuidado de la casa, las relaciones sociales e incluso cuidarse a si misma. El cuidador ha de estar vigilante en estos aspectos y controlar que tenga una correcta alimentación, hábitos de vida saludable o una cuidada higiene.
Además, al tratarse de personas de tercera edad es habitual que al tiempo que evoluciona la enfermedad también aparezcan otras dolencias que pueden limitar su movilidad. El cuidador ha de estar vigilante ante la aparición de llagas, problemas de retención de líquidos, controlar los niveles del azúcar o la tensión... Se convierte en una enfermera particular.
Para ello no hace falta que tenga una formación específica pero sí ciertos conocimientos. Cuando una persona es diagnosticada con demencia senil la asistencia sanitaria se preocupa por la situación de su entorno ayudándoles a hacer frente a lo que pudiera surgir desde el punto de vista físico y psíquico. La ley de Dependencia también colabora poniendo diversos recursos a su alcance, incluso económicos.
A través del sistema público o privado las familias de enfermos de demencia senil pueden recurrir a técnicas que pueden ayudar a sobrellevar el avance de la enfermedad. Así las terapias con animales, musicoterapia o juegos de memoria son las más habituales entre este tipo de pacientes. También son frecuentes las visitas al fisioterapia, especialmente si empiezan a perder movilidad.