El embarazo suele ser uno de los momentos que más tiende a preocupar a las mujeres (y, también, en cierta medida, a sus parejas). Y es que pese a que es uno de los procesos más naturales del cuerpo humano, pese a que nuestra anatomía se encuentra perfectamente preparada para eso, también pueden producirse una gran cantidad de problemas durante el embarazo.
Como es natural, con la llegada del embarazo aparecen también los miedos, las inseguridades y, sobre todo, las preocupaciones. Es algo que le sucede a todas las madres, en mayor o menor medida. Para evitar estos miedos innecesarios, la mejor alternativa es informarse sobre todo lo que pudiera llegar a pasar, y ver qué se puede hacer para evitar las distintas enfermedades a las que pudiéramos tener que enfrentarnos. Hoy os vamos a hablar de una de ellas, la preeclampsia, y de cómo evitarla.
Preeclampsia durante el embarazo
Aproximadamente un ocho por ciento de las mujeres embarazadas llegarán a sufrir preeclampsia a lo largo de su embarazo. Por si alguien desconoce en qué consiste esta enfermedad, la preeclampsia implica una tensión arterial muy elevada en la madre, a la par que una orina con altas dosis de proteínas. Normalmente, no es hasta la semana veinte de gestación que comienzan a darse los síntomas, con lo cual no debe preocuparos hasta el tercer trimestre de gestación. También es cierto que si acudís rápidamente al médico una vez que notéis los primeros síntomas, no tiene por qué suceder absolutamente nada.
Lo habitual es que las madres que sufren preeclampsia tengan partos buenos, y sus bebés nazcan completamente sanos, siempre que reciban una atención médica conveniente. Es por eso que es fundamental que las mujeres embarazados reciban siempre la mejor atención médica posible; por desgracia, esto no se da en algunos países en vías de desarrollo, y es ahí donde la preeclampsia puede ser más perjudicial.
Los síntomas de la preeclampsia son bastante claros, con lo cual si os encontráis en el tercer trimestre de gestación y notáis alguno de los síntomas que vamos a describir a continuación, lo mejor que podréis hacer es acudir inmediatamente a un especialista. En un principio, notaréis dolor de cabeza, dolor en el abdomen, dificultad a la hora de respirar, una sensación de ardor por la parte del esternón, náuseas, vómitos, ansiedad, cambios en la visión e, incluso, confusión mental. Todo esto es habitual en cualquier enfermedad que produzca cambios en nuestra tensión; además, los síntomas son tan evidentes que no os cabrá ninguna duda de que lo que estáis sufriendo es hipertensión arterial.
En internet puede que encontréis algunos mitos sobre la preeclampsia que no debéis creer, puesto que son falsos. Uno de ellos es que comiendo sano se puede evitar la preeclampsia, y esto no es cierto; no se ha demostrado que el seguir una dieta sana sea determinante, aunque sí es verdad que es conveniente hacerlo siempre para que los nutrientes que reciba el bebé sean los mejores. También hay quien señala que solo las madres primerizas sufrirán preeclampsia, algo totalmente erróneo. Si bien es cierto que durante el primer embarazo el riesgo de sufrir preeclampsia es mayor, si se sufre preeclampsia durante el primero, las posibilidades de sufrirla durante el segundo se verán aumentadas.
Otro apunte importante es que las náuseas y los vómitos no son algo habitual en el embarazo, sobre todo conforme va este avanzando. Pueden ser indicativo de que algo va mal, y debe tratarse; si os encontráis en el segundo o tercer trimestre de gestación, y aún continuáis con náuseas y vómitos, deberíais acudir al médico para que compruebe vuestro estado de salud.
¿Se puede evitar la preeclampsia?
Tras conocer más de cerca la preeclampsia, puede que os preguntéis si es posible evitarla, si se pueden seguir algunos pasos para que no aparezca durante ningún embarazo. Antes que nada, hay que señalar que la causa de la preeclampsia todavía continúa siendo desconocida. Es por esto que podréis encontrar muchas teorías en internet, muchas propuestas, pero ninguna ha sido confirmada oficialmente.
Sí que se sabe que hay factores de riesgo que pueden ser determinantes. Por ejemplo, la obesidad; las mujeres que padezcan obesidad, tendrán muchas más posibilidades de sufrir preeclampsia durante su embarazo. Se aconseja que se esté en un peso sano previamente a quedarse embarazada, o al menos que no se tenga ningún tipo de obesidad, porque esto podría hacer que la salud de la madre peligrara. Pese a que la obesidad es un problema, esto no implica que todas las mujeres que padezcan obesidad vayan a sufrir preeclampsia, solo que tendrán más posibilidades de padecerla.
La Organización Mundial de la Salud ha publicado recientemente una guía con distintas recomendaciones para la preeclampsia, para tratar de prevenirla así como para tratarla. En esa guía, han dividido las recomendaciones entre fuertes y débiles, es decir, entre las que se deben llevar más a rajatabla y las que solo se deben considerar. Por ejemplo, una de las fuertes es: "En áreas donde el consumo de calcio en la dieta es bajo, se recomienda la administración de suplementos de calcio durante el embarazo para la prevención de la preeclampsia en todas las mujeres".
Además, se recomienda que se administren aspirinas en dosis bajas, una aspirina de 75 miligramos al día, para todas aquellas mujeres que tengan un riesgo alto de sufrir preeclampsia. Este tratamiento debe mantenerse durante las veinte primeras semanas de embarazo, más o menos. Pero a la vez que se recomienda la aspirina, también se recomienda que no se administren suplementos ni de vitamina C ni de vitamina E durante todo el embarazo para prevenir el desarrollo de la preeclampsia.
Tampoco se recomienda el uso de productos diuréticos, porque estos podrían llegar a provocar preeclampsia así como complicaciones posteriores.
Aquí encontraréis la lista completa de las veintitres recomendaciones, que podrían llegar a resultaros muy útiles si tenéis alguna duda. Recordad que, pese a todo, podríais llegar a padecer preeclampsia. Si notáis algunos de los síntomas que hemos mencionado anteriormente, debéis acudir rápidamente al médico para que os confirme vuestro estado de salud. Con un tratamiento adecuado, no tiene por qué suponer ningún problema, ni para vosotras ni para vuestros bebés.