La muerte de un ser querido trastoca la vida de sus seres más cercanos. Ya sea una muerte anunciada, tras una larga enfermedad o una muerte repentina debido a una accidente. Nunca se está preparado para decir adiós a un ser querido y volver a la vida cotidiana siempre es duro y requiere de un proceso de adaptación.El duelo se considera por tanto una vivencia única, personal e irrepetible, puesto que cada persona la desarrolla de manera diferente. Diversos autores y psicólogos han elaborado y confeccionado las distintas etapas del luto.
La palabra luto, proviene de latín que significa llorar. Es causado por la muerte de alguien a quien amamos y vamos a echar de menos. Tras una pérdida, el luto es un proceso activo, que tiene lugar tras una pérdida. No es un momento ni un estado del ánimo puntual o permanente. Se trata de un proceso de adaptación ante la pérdida de un ser querido. El luto es un proceso personal, por lo que, aunque todas las personas pasen por todas las etapas, el tiempo que le requiera pasar de una etapa a otra o la dificultad que eso le lleve, dependerá de cada uno
Las etapas del duelo varían según la persona, en función de su personalidad, carácter, fortaleza, y los proyectos futuros que tenga para seguir viviendo. Y no necesariamente se suceden en un orden específico.
Negación, el impacto inicial
Tras la noticia de la muerte o del suceso, el impacto emocional que supone enterarse de la muerte del ser querido supone el inicio de la primera etapa del luto, la negación. La persona se niega a asumir este hecho, la muerte. No importa si se trata de una muerte tras una larga enfermedad o de un suceso repentino, nadie está preparado para perder a un ser querido. Negar esta realidad es un mecanismo de defensa. Es algo normal y necesario para superar la pérdida. La mente bloquea la realidad del acontecimiento. No debemos alarmarnos, no se ha vuelto loca. Es consciente de que la persona ha muerto, pero se resiste a aceptar esa realidad hasta que su mente sea capaz de enfrentarse a ella.
Es habitual en estos momentos de duelo que la persona golpe objetos, el llanto y la histeria también es común. Otras personas, por el contrario, se aíslan, ya sean de manera física o emocional. Que una persona reaccione de una manera o de otra dependerá de su personalidad. Ambas opciones, según los psicólogos, son válidas siempre y cuando ayuden a la persona afectada.
Los primeros días tras la pérdida
La persona se distancia de la realidad. En estos momentos es frecuente que la persona se encierre en su dolor y exprese sus emociones por medio del llanto incontrolable y/o hablar excesivamente sobre la persona fallecida. Lo que más necesita en estos momentos la persona afectada para superar correctamente su dolor son las demostraciones de afecto. Sentir que sus emociones sean aceptadas por los demás. Hay que saber que en estos momentos la persona no está en condiciones para tomar decisiones y mucho menos decisiones importantes, por lo que ayudarla en este aspecto, es lo mejor que podemos hacer por ella.
Ira o enojo
En la siguiente etapa, tras la tristeza y la negación aparecerá la ira. Es frecuente que la persona que se encuentra de luto sienta rabia o coraje hacia sí mismo, hacia otro miembro de la familia, hacía un ser superior que le ha arrebatado la persona amada, incluso hacia el fallecido culpándole de la muerte. Las emociones son muy intensas en estos momentos, y con frecuencia tiende a aparecer ira hacia las personas que se encuentran más cercanas. La persona se puede volver agresiva o experimentar sentimientos de culpa tras ello. Lo más importante en estos momentos es permitir que exprese sus sentimientos, de lo contrario puede aparecer ira reprimida que se transformará en síntomas físicos como: dolores de cabeza, vómitos, mareos o alteraciones del sueño.
Se debe tener presente que no todas las personas manifiestan esta ira de la misma manera. Si la persona es más introvertida o le cuesta expresar sus sentimientos, es posible que las manifestaciones que aparezcan en esta etapa sean depresión o aislamiento.
Sentimientos de culpabilidad
Cuando la persona empieza ser consciente de la pérdida, empieza a sentir culpa. En esta etapa, aparece el resentimiento por todo aquello que no se le dijo en vida, por los planes que no pudieron cumplirse, por unas proyecciones de futuro que ya no pueden realizarse. Y sobre todo, por aquellas discusiones sin importancia, por conflictos que no se resolvieron, por dar por sentado muchas cosas o por no haber expresado suficientemente todo aquello que sentía por esa persona. La culpa puede verse agravada si el fallecimiento fue repentino y no pudo despedirse del fallecido de la manera que le hubiera gustado, o por las últimas palabras que le dijo.
Si la muerte viene tras una larga enfermedad pueden aparecer sentimientos de culpabilidad por no haber hecho suficiente, por no haber estado allí o por no haberle dedicado más tiempo. También puede sentir que debería haber hecho más o haber acudido antes al médico. En su cabeza pueden rondar ideas del tipo: si hubiera hecho esto o lo otro, si le hubiera escuchado, si hubiéramos buscado más ayuda, si...
Soledad: cuando se es plenamente consciente de la pérdida
Es el momento en el que el dolor es más profundo. En esta etapa del duelo ya se es completamente consciente de que el fallecido ya no forma parte de su vida de una manera física, tan sólo queda el recuerdo. Es plenamente consciente de la muerte y sus consecuencias. El dolor es el principal signo en esta etapa. El impacto de la pérdida y el sentimiento que esta genera hace que el dolor se apodere de la persona. Es entonces cuando se corre el riesgo de olvidar los defectos de la persona fallecida y ensalzar de manera exagerada sus virtudes, distorsionando la realidad de su personalidad.
El dolor que la pérdida genera debe vivirse y aceptarse con una parte más del proceso de curación tras el luto. El dolor se debe enfrentar, sin embargo, es frecuente que se busquen mecanismos de escape para este dolor. Es entonces cuando se corre el riesgo de reemplazar al ser querido por un hábito dañino (alcohol, drogas, fármacos...), distracción nociva o por otra persona.
Aceptación, que no resignación
Es la última etapa del luto. Se trata de un periodo de paz, de aceptación de la muerte. La persona se permite la oportunidad de vivir de nuevo y aceptar la ausencia como parte de su nueva vida. Los sentimientos de culpa y negación desaparecen poco a poco. De nuevo se ve el futuro con ilusión, se permite recordar al fallecido sin dolor. Se empiezan a crear nuevas metas y nuevos proyectos. Se vive el presente y se proyecta el futuro. Sólo se puede llegar a esta etapa final si se ha superada con éxito las anteriores del duelo.