Cuando nos afecta el estreñimiento y necesitamos que el tráfico gastrointestinal vuelva a ser regular lo más habitual es tomar un laxante. ¿Pero qué es un laxante exactamente? Es un producto destinado a provocar o facilitar la eliminación de las heces, generalmente en casos de desaceleración del tránsito intestinal.
¿Cómo funcionan los distintos tipos que existen?
Hay distintos preparados laxantes que causan diferentes efectos, adecuados según la causa del estreñimiento.
Aumentan el bolo intestinal
Los laxantes que aumentan el bolo intestinal, como el Plantago Ovata (producto natural comercializado en forma de cápsulas o sobres por varias farmacéuticas) o la Metilcelulosa (comercializado en forma de tabletas, grageas y sobres con distintos nombres). No son digeridos por nuestro estómago, así que pasan por el tracto intestinal hasta llegar a las heces, aumentando su tamaño y lubricándolo, con lo que se consigue provocar el peristaltismo (movimiento natural del intestino para iniciar la defecación) y la eliminación del bolo fecal.
Son los laxantes más naturales, fisiológicos y menos molestos; sin embargo, si hace varios días que no hemos ido al baño no son los más indicados, ya que van a tardar al menos un día más en hacer efecto. Además, impiden la absorción de otros medicamentos que estemos tomando y provocan gases e hinchazón de barriga.
Atracción osmótica
Los laxantes osmóticos funcionan provocando una atracción osmótica del agua hacia el intestino, con lo que consigue fluidificar las heces facilitando su expulsión. Algunos de ellos son la Lactulosa, el Sorbitol o la Leche de Magnesia, comercializados en forma de jarabe, y también en forma de lavado. Tardan entre unas horas y dos días en hacer efecto, aunque en forma de enema actúan más rápidamente. Pueden producir molestias gastrointestinales, la más habitual es la diarrea, por lo que hay que tener cuidado y mantenernos hidratados.
Laxantes lubricantes
Los laxantes lubricantes recubren las heces de una película aceitosa que provoca que las heces retengan agua, se mantengan blandas y sea fácil su deslizamiento, ya que causan también peristaltismo al notar un cuerpo extraño en el recto.
El tipo más común es el aceite, tanto mineral como vegetal, como por ejemplo el glicerol y el aceite de parafina. Suelen comercializarse en forma de pequeños enemas o supositorios, lo cual puede resultar molesto. Su eficacia se muestra entre media hora y seis horas después de ser administrado. Los inconvenientes son que puede producir picor en el ano y expulsión incontrolada de materia fecal.
Laxantes estimulantes
Los laxantes estimulantes son hierbas o químicos pesados que provocan espasmos y contracciones en los músculos de los intestinos para lograr la evacuación del bolo fecal acelerando el tiempo de tránsito de los alimentos. Los más utilizados son el aceite de ricino, el bisacodilo o las populares hojas de sen.
Se presentan en forma de jarabe, infusiones o pastillas. Son de acción muy rápida, aunque pueden producir irritación en las mucosas del intestino y adicción, así como deshidratación y molestias gastrointestinales como diarrea y dolores de barriga.
¿Cómo saber que estamos abusando de los laxantes?
El estreñimiento puede ser producido por diferentes causas: dieta baja en fibra, falta de actividad física, costumbre de aguantar el impulso de defecar, falta de hidratación, estrés, cambios de vida, enfermedades intestinales, embarazo, hipotiroidismo, ciertos medicamentos... aunque debe tenerse en cuenta si el estreñimiento es pasajero o crónico.
Ante un caso de estreñimiento, lo primero que debemos hacer es cambiar nuestro modo de vida tomando más fibra, haciendo más ejercicio o controlando nuestro estrés, pero si es necesario tomar laxantes debemos recurrir primero a los más naturales: los que aumentan el bolo fecal o los osmóticos, ya que son los que menos contraindicaciones y molestias producen.
Sin embargo, no se debe abusar de los laxantes ya que pueden producir efectos adversos: el consumo habitual puede llegar a anular la función del colon, producir irritación en los intestinos, obstrucción intestinal, y dependencia de los fármacos, además de carencia de nutrientes si los laxantes impiden su absorción.
Podemos decir que estamos abusando de los laxantes si los estamos usando como método de adelgazamiento. Por otra parte, síntomas como el estreñimiento crónico y la hinchazón abdominal o episodios de diarrea también nos dan pistas sobre el abuso indebido de laxantes. Hay otros indicativos más graves como el sangrado en las heces por irritación o sequedad intestinal, mala absorción de grasas y nutrientes que también son consecuencias de este abuso.
¿Qué síntomas indican una sobredosis accidental?
Pero, más allá de un abuso de laxantes, cuando hablamos de medicamentos existe un riesgo de sobredosificación accidental que es mucho más peligrosa. Los síntomas que deben alarmarnos son vómitos, cólicos abdominales, diarrea, deshidratación, heces con sangre, descenso de la presión arterial, debilidad muscular o sofocos. Cuando nos encontremos en esta situación, lo primero es llamar a urgencias y especificar qué tipo de medicamento ha producido la intoxicación y mientras tanto, controlar la respiración y la consciencia del paciente, no dar nada de beber ni provocar el vómito a menos que nos sea indicado por el médico toxicólogo.
No obstante hay que tener en cuenta que hay alternativas al uso de laxantes para lograr una buena regulación del tránsito de nuestro intestino sin tener que recurrir a ellos. Lo primero que debemos hacer cuando padecemos de un estreñimiento crónico, es cambiar nuestros hábitos de vida: beber entre litro y medio y dos litros de agua al día, realizar un habitual ejercicio físico, modificar nuestra alimentación incluyendo más fibra y menos alimentos astringentes, ir al baño a horas fijas y no suprimir el reflejo de la defecación.
Para complementar este cambio de hábitos y ayudar a vencer al estreñimiento podemos, por ejemplo, vigilar nuestra ingesta de magnesio, ya que es un mineral con efecto laxante presente en frutos secos, granos integrales, soja, etc... incluir la ciruela en nuestra dieta, así como el jugo de áloe vera.
La manzana, tradicionalmente utilizada para atajar la diarrea, si la comemos con piel es suavemente laxante. La cebolla, comida cruda, activa la secreción de los jugos gástricos y favorece el correcto tránsito intestinal, lo mismo que el milagroso ajo. La zanahoria y el tomate son maravillosos para nuestra salud, y, para terminar la comida, podemos hacernos una infusión de regaliz que nos hará olvidar el estreñimiento.