Los implantes dentales son un recurso utilizado en odontología para solventar problemas dentales. Consisten en raíces artificiales que sustituyen a las raíces dentales originales, están hechas de titanio y se colocan en el hueso de la mandíbula o del maxilar. Es un recurso sencillo que se está poniendo muy de moda últimamente para fines tanto estéticos como funcionales.
Sin embargo, hay muchos mitos alrededor de esta alternativa y tenemos que informarnos bien antes de dar el paso. Es una opción, pero a menudo no es la única, si hay otra alternativa quizá sea mejor que lanzarnos a ciegas a por la opción del implante. No dejan de ser un recurso caro y además requieren tantos o más cuidados que el resto de las dientes originales. Por ejemplo, aunque estén hechos de titanio se pueden infectar si la higiene no es la adecuada. Por eso, muchos dentistas recomiendan primero salvar los dientes originales en la medida de lo posible.
¿Cuándo es necesario hacerse un implante dental?
Son quizá el mayor avance en odontología a principios del siglo XXI, pero no debes dejarte engañar por las modas de la sociedad actual. Es una de las opciones que se dan cuando el paciente ha perdido una o más piezas dentales. Se utilizan con un fin funcional permitiendo al paciente de nuevo la masticación sin dolor. Reemplaza los dientes perdidos y tienen el mismo aspecto que los originales. A primera vista todo es muy atractivo, pero tienes que tener cuidado con los mitos que circulan en revistas e internet y conocer los riesgos de los implantes. Por ejemplo, no siempre son exitosos, sino que tienen entre un 5-15% de fallos. Solo debes colocarte un implante después de un diagnóstico completo de tu dentista. Este diagnóstico consiste en una revisión de tu historia clínica odontológica, así como la recogida de toda la información necesaria sobre la conservación de tus dientes, alergias y tu salud en general. También te dirá cuantos implantes puedes ponerte y el lugar.
Después tendrás que firmar un consentimiento informado donde das a entender que conoces las posibles consecuencias de la operación y que otras alternativas existen, léelo con detenimiento y si estás de acuerdo fírmalo. Algunas personas pueden echarse para atrás en esos momentos, tendrán que valorar porque se quieren poner el implante y si los beneficios superan los riesgos, así como el precio. En realidad, ponerse un implante dental puede ser incluso más sencillo que extraer una muela de dificultad media, pero claro, no deja de ser cirugía y hay que entender que siguen habiendo riesgos propios de la operación. Estos riesgos dependerán básicamente de:
-La edad del paciente, no es lo mismo colocar un implante a un joven de 18 años que a un adulto de 70.
-La cantidad de hueso que tiene la persona en la mandíbula, así como la calidad del mismo. Para asegurar unos buenos resultados el paciente tiene que tener al menos 12 mm de altura ósea y 4 mm de anchura. En el caso de que no hubiese hueso suficiente tu dentista te indicará que se puede hacer, normalmente se ofrece la alternativa de realizar un aumento óseo mediante un injerto de tejido, que variará en complejidad dependiendo del caso. Aunque esto supone un riesgo añadido y más tiempo de espera.
- Enfermedades del paciente, sobre todo las relacionadas con el sistema inmune y la coagulación de la sangre.
-La zona donde se quiera poner el implante dental, en zonas estéticas supone una mayor complicación.
¿Qué beneficios y perjuicios hay a largo plazo?
Los beneficios y perjuicios dependerán más del paciente que del propio implante en sí, ya que cada persona es un mundo y su cuerpo reaccionará de manera diferente. En principio si se siguen las indicaciones adecuadas se reducen los riesgos de que algo salga mal. De todas formas, antes de someterse a un implante dental tiene que quedar claro que los implantes no son para toda la vida, duran muchísimos años pero tienen una limitación en el tiempo. El tiempo que duren dependerán de diferentes factores, como el cuidado, higiene, que se sigan las indicaciones adecuadas, etc.
También pueden fallar. Hay aproximadamente un 10-15% de fallo en los 10 primeros años de ponerlos. La mandíbula puede rechazar los implantes en las primeras semanas. Para evitarlo el dentista esperará y controlará durante medio año aproximadamente el implante hasta que el hueso se adapte a este. En el caso de que hubiese rechazo el especialista quitaría el implante dental y pondría uno nuevo después de un tiempo prudencial. También puede pasar que se afloje la rosca que sujeta los dientes, habría que apretarla lo más rápido posible pero en estos casos no se pondría un implante nuevo, con ajustarla valdría. De todos modos, un implante dental que no ha causado problemas en los dos primeros años es un buen pronóstico y podemos suponer que va a durar muchos años más.
Otro factor que predice un rechazo es el estado general de salud del paciente tanto físico como psicológico. Enfermedades metabólicas como el hiperparatiroidismo, diabetes, enfermedades cardiocirculatorias, hematológicas, cáncer... Van a dificultad el postoperatorio y puede interferir con los resultados.
Por otro lado, en el plano psicológico no es recomendable que pacientes inestables se sometan a la operación. Es el caso de personas que se encuentren en estados depresivos o ansiedad, que presenten un bruxismo severo, psicosis o que tomen cualquier tipo de droga que baje sus defensas generales e impidan la coagulación. Si están pasando por un episodio de estrés puntual se recomienda esperar y someterse a la operación cuando estén más estables. Otro problema que puede surgir son las infecciones una vez puestos los nuevos dientes pero el riesgo se reduce siguiendo adecuadamente las indicaciones del médico. En general, las personas con baja inmunidad o que toman drogas (fumar, exceso de alcohol u otras drogas) son más vulnerables a riesgos a largo plazo.
Por otro lado, hay que recalcar los beneficios de los implantes a largo plazo respecto a otros recursos, que no son pocos. Uno de los más destacados es que los implantes no se mueven, la persona tiene la sensación de que posee sus dientes naturales de nuevo. El paciente también podrá disfrutar de nuevo de una mordida natural y son muchísimo más cómodos que cualquier otra solución en el mercado. Por ejemplo, necesitan menos cuidado que las prótesis convencionales (pero aun así los necesita).
Finalmente, la última palabra la tiene el paciente, tiene que ser él el que valore si los beneficios están por encima de los perjuicios y tomar una decisión. Tiene que informarse bien sobre el precio, que varían de una consulta a otra. Normalmente rondan entre los 800-1300 euros (dependiendo de los materiales, lo que está o no incluido y el dentista). También debe valorar todas las consecuencias postoperatorias y sobre todo no dejarse llevar por las modas estéticas de la sociedad.