Abandonar el tabaco es uno de los propósitos que muchos fumadores se ponen a sí mismos en algún momento de su vida, bien por motivos de salud o simplemente porque quieren ahorrar ese dinero que cuesta una cajetilla de tabaco. Pues bien, uno de los miedos que más atormenta cuando se quiere dejar de fumar es si, por abandonarlo, uno está automáticamente condenado a aumentar de peso.
Antes de nada, es importante ser consciente de que, para la persona en cuestión, dejar el tabaco le supondrá un significativo cambio en cuanto a su salud. Cientos de estudios han demostrado que fumar, además de convertirse en un hábito adictivo, resulta ultra nocivo para el organismo. Es por esto por lo que abandonar el tabaco siempre va a ser positivo para la salud, independientemente de las consecuencias adyacentes que dependerán de la voluntad y perseverancia de cada persona.
Siempre se ha destacado el aumento de peso como una de las consecuencias tras abandonar el tabaco para siempre pero realmente son muchas las personas que desconocen el motivo por el que sucede y si esto lo sufren todos los ex fumadores sin excepción. A continuación, Bekia te explica por qué ambos aspectos van ligados, si afecta a todas las personas por igual y qué se puede hacer para evitar el aumento de peso.
Dejar de fumar, engorda: ¿Mito o realidad?
Si formulamos esta pregunta sin tener en cuenta un contexto, la respuesta es clara: no. Dejar de fumar no garantiza una ganancia considerable de peso de forma automática. Sin embargo, sí es cierto que abandonar los cigarrillos provoca un aumento de apetito que directamente puede estar relacionado con ganar unos kilos de más. La nicotina presente en el tabaco es un agente inhibidor del apetito muy poderoso que hace que el metabolismo del cuerpo se acelere y que, por tanto, haga que una persona fumadora no coma tanto y queme mucho más rápido la grasa.
La nicotina activa unas determinadas neuronas que se encargan de transmitir al cerebro la famosa sensación de saciedad. Es por esto por lo uno puede afirmar que dejar de fumar, da hambre, sin miedo a equivocarse. El efecto metabolizante de la nicotina provoca una aceleración de la circulación sanguínea, lo que lleva a un aumento de la actividad metabólica, y si uno deja de fumar, estos niveles vuelven a estabilizarse y entonces es cuando vuelve a aparecer, de forma más intensa, el apetito.
El Síndrome de abstinencia
El conocido y famoso síndrome de abstinencia es uno de los síntomas y consecuencias que todo fumador experimentará a los pocos días, incluso horas, sin fumar. Por el carácter adictivo del tabaco, considerado una droga, es inevitable experimentar un conjunto de alteraciones físicas y psicológicas al dejar bruscamente una sustancia que diariamente se ha consumido durante un largo período de tiempo.
Cuando se deja de fumar, es muy común sufrir de ansiedad y también notar un considerable aumento del apetito que se acaba convirtiendo en un hambre voraz e insaciable. Como ya se ha explicado anteriormente, el metabolismo, sin nicotina, experimenta un cambio de actividad y, si no se controla el hambre, es probable que uno acabe experimentado un cierto aumento de peso. Son muchas las personas que se refugian en la comida ante un episodio de ansiedad y esto es precisamente lo que causa esos kilos de más.
Para entender lo que pasa tras dejar de fumar, es importante pensarlo en frío y ser consciente de que el humo y sabor del tabaco altera en gran medida nuestro sentido del gusto y el olfato. Por este motivo precisamente, una persona fumadora puede llegar a no disfrutar de la comida como cualquier otra y por ello el olor o sabor de un plato no le hace querer comer más. Dejar de fumar supone resetear estos dos sentidos, combatir la ansiedad propia del síndrome de abstinencia y volver apreciar de verdad la comida, lo que provoca que uno no coma conscientemente.
Cómo evitar el hambre emocional y superar el duelo
Sea como sea, las reacciones que el cuerpo de un fumador experimenta cuando abandona el tabaco son, por suerte, transitorias y no duran para siempre. El síndrome de abstinencia aparece en mayor o menor intensidad en según qué personas y el proceso de desintoxicación suele ser bastante duro. La duración estimada de los síntomas se estima en un período de, aproximadamente, entre 4 y 12 semanas, y la diferencia de tiempo entre una persona y otra dependerá de su adicción y de los años en los que haya sido fumadora.
Como ya se ha hablado, dejar de fumar implica tener más apetito y esto provoca que una persona que recientemente ha dejado el tabaco quiera llevarse siempre algo a la boca. Una de las soluciones posibles es trabajar por tener una fuerza de voluntad férrea y otra es intentar comer dentro de unos horarios y lo más saludable posible. Si se es obstinado con los objetivos y uno es capaz de controlar la ansiedad gracias a su fuerza de voluntad, el camino será duro, pero el famoso aumento de peso no sucederá. Si por el contrario, el hambre emocional te domina, lo mejor será optar por picoteos ligeros e intentar mantener tu mente ocupada en todo momento.
Si necesitar masticar algo o tener algo que llevarte a la boca, una buena opción son los chicles o los caramelos sin azúcar. Si de todas formas esto no te sirviese y necesitaras comer, elige siempre alimentos bajos en calorías y en grasas, como las frutas. También, intenta siempre comer dentro de unos horarios y repartir toda tu ingesta en varias comidas al día, para que así no tengas que pasar por muchas horas sin llevarte nada a la boca.
Otro truco que también puedes llevar a cabo es practicar deporte. Para mantener tu mente ocupada y aprovechando que tu cuerpo está más sano sin tabaco, apúntate a alguna actividad deportiva. De esta manera, si vieras que todavía no controlas la cantidad de comida ingerida, practicar ejercicio sería una buena forma de quemar las calorías extra.