La ansiedad y la depresión son problemas de salud mental influenciados tanto por factores genéticos como por factores ambientales. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), se estima que para el año 2020 la depresión constituirá la tercera causa de morbilidad al lado de las enfermedades coronarias y los accidentes de tráfico, así como la primera causa de incapacidad. Además, en España se calcula que alrededor de un millón y medio de personas sufren este trastorno, siendo el porcentaje mayor en las mujeres al producirse la depresión tras el parto o durante sus ciclos menstruales.
Es interesante conocer que la parte del cerebro afectada por la depresión y la ansiedad es la prefrontal, donde se desarrolla el pensamiento más avanzado (se tiene una visión del futuro, se valoran las estrategias para solucionar problemas complejos y se toman las decisiones pertinentes en un momento determinado). Además, esta zona está muy relacionada con la parte emocional del cerebro (sistema límbico).
Una persona que sufre ansiedad puede desarrollar una depresión, y viceversa.
Una de las principales diferencias que radica entre estos dos conceptos es que la ansiedad es una respuesta lógica de nuestro organismo ante cualquier peligro, que genera una activación del organismo para que se pongan en marcha conductas como la huida, la evitación o la lucha con los elementos amenazantes. Por lo tanto, es algo innato que se centra en la prevención, para que no se produzcan determinadas situaciones que puedan resultar desagradables. En cambio, una depresión no es innato, sino que aparece después de haber vivido determinadas experiencias negativas. Además, la ansiedad no implica la pérdida de la capacidad de disfrute y obtención de placer, como sucede con la depresión.
Tanto ansiedad como depresión son formas de reaccionar ante situaciones externas o internas. Si percibes algo como amenazante, tu sistema de alerta reaccionará y aparecerá la ansiedad. Por el contrario, aparecerá la depresión si interpretas algo como una pérdida. En este sentido, podemos observar como depresión y ansiedad recogen combinaciones de emociones básicas : en la ansiedad predomina el miedo y en la depresión la tristeza.
Las causas más comunes a sufrir alguno de estos dos trastornos son las preocupaciones existentes en nuestra mente y la dificultad para adaptarnos a nuevos cambios en nuestra vida personal o profesional. Tanto la depresión como la ansiedad pueden darse en conjunto o por separado y es por ello que debemos conocer sus principales síntomas para abordar una solución lo antes posible.
La depresión
La depresión es un trastorno mental que se caracteriza por una profunda tristeza, teniendo o no motivos para ello. La mayoría de las personas sienten depresión al menos una vez en su vida, aunque en periodos cortos. No obstante, la depresión clínica se caracteriza por ser un trastorno que se mantiene en el tiempo y modifica los estados de ánimo de la persona, la cual tiene ganas de llorar en cualquier momento. La depresión sirve para dejar que el tiempo cure las heridas y busca el recibimiento del apoyo social para facilitar la resolución de problemas.
La depresión puede clasificarse en leve, moderada o severa, y los síntomas más frecuentes son: dificultades para dormir, exceso de sueño, falta de energía, baja autoestima, sentimientos de culpabilidad, agitación, irritabilidad, dificultad para concentrarse, aumento o pérdida de peso, caracterizada ésta última por ansiedad por comer o, por el contrario, no comer absolutamente nada y, por último, pensamientos de muerte o suicidio.
Si la depresión persiste en exceso, los conflictos existentes pueden quedarse sin resolver y puede originar la creencia de que no existe solución para los problemas planteados. Además, puede producirse aislamiento social generando una honda tristeza. Para que la depresión pueda considerarse como tal, debes tener al menos cinco de los síntomas comentados anteriormente durante dos semanas consecutivas.
La ansiedad
No cabe duda que la ansiedad puede ser una conducta patológica. No obstante, es sobretodo un estado emotivo que surge cuando una persona se halla expuesta a situaciones que impliquen peligro o amenaza, por lo que cumple una función adaptativa que engloba aspectos corporales, la activación del sistema motor y la implicación de un cambio en el comportamiento.
Así pues, para estar preparados ante un ataque o amenaza, las personas ponen en marcha una serie de respuestas rápidas adaptativas y eficaces. Los síntomas más frecuentes en un estado de ansiedad son: hiperactividad, taquicardia, sensación de ahogo, pérdida de control, temores en las extremidades, náuseas, insomnio, debilidad, rigidez muscular, inquietud motora, pensamientos negativos y obsesión.
Hay que tener en cuente que, al padecer un solo síntoma, implica que pueden ir desarrollándose todos los demás, formándose una cadena difícil de frenar. Por ejemplo, si piensas que algo malo te puede suceder, se eleva la tensión arterial, lo que provoca que se eleven tus palpitaciones y aparezca palidez en tu rostro, opresión en el pecho, sequedad en la boca... Todos estos síntomas hacen que tu ansiedad vaya aumentando por momentos, por lo que es muy importante mantener la calma en todo momento e intentar controlar tus pensamientos, pues éstos son los desencadenantes de la ansiedad en la mayoría de las ocasiones.