Durante el proceso del embarazo, uno de los miedos que con más fuerza sacudirá a las mujeres es, sin duda, el del aborto involuntario. Pese a que en un primer momento un embarazo pueda parecer la cosa más sencilla del mundo, sobre todo cuando se ve desde fuera, vivirlo en primera persona es mucho más complicado. Cualquier pequeño inconveniente puede convertirse en una montaña a escalar, en una dificultad enorme casi imposible de sobrellevar. Un pequeño dolor en el vientre puede ser suficiente para que la madre corra, apresurada, hasta el hospital más cercano.
Gran parte de estos miedos se debe al mero hecho de albergar una vida en el interior. Es una situación totalmente diferente a lo que se pueda estar acostumbrado, y es lógico que las mujeres se preocupen tanto. No obstante, no es positivo estar más preocupada de la cuenta, puesto que puede acabar repercutiendo negativamente en el proceso del embarazo. El mejor consejo que se le puede dar a cualquier futura madre es que trate de desconectar, disfrutar de todo el proceso lo máximo posible y, por supuesto, acudir al médico las veces que sean necesarias. Si en lugar de acudir a una cita mensual, o trimestral, prefiere acudir más a menudo, no importa siempre y cuando eso sirva para relajarla y no para mantenerla mucho más activa.
El conocimiento también es una parte fundamental para garantizar la calma de la mujer. Saber los distintos tipos de abortos que pudiera vivir a lo largo del embarazo, así como los síntomas de cada uno de ellos, probablemente le ayude a comprender que lo que le está sucediendo puede no ser un aborto. En este caso, queremos diferenciar entre aborto involuntario, que es el más conocido, y aborto diferido. Debido a que este último suele darse con mucha menos frecuencia, es bastante menos conocido.
Antes de empezar sí que deberíamos tener algo muy claro: el porcentaje de aborto, tanto de aborto involuntario como de aborto diferido, suele ser bastante bajo, sobre todo en países más desarrollados, donde la sanidad está más avanzada. Son casos muy esporádicos, muy puntuales, y que suelen estar relacionados o bien con problemas de salud que la madre ya conocía, o bien con problemas del feto. Pero son tan reducidos que no hay que preocuparse más de lo necesario. Eso sí, conocer siempre es positivo. ¡Así que vamos a ello!
¿Qué es un aborto diferido exactamente?
Para poder entrar a ahondar en las diferencias entre un aborto involuntario y un aborto diferido, lo primero que deberíamos hacer es explicar qué es exactamente un aborto diferido. De esta forma, será mucho más fácil para todos aquellos que nunca hayan oído hablar de este tipo de aborto.
Durante el aborto diferido, pese a que el embarazo ya haya terminado, el feto no cesa de crecer. Es decir: su corazón no late, ya no hay posibilidades de que llegue a buen término, pero el feto continúa creciendo como si todo fuera normal. Es por eso que es muy difícil detectarlo en un primer momento. Es más, las madres no pueden detectarlo, sino que dependen de un ginecólogo que sea capaz de aseverar que, en efecto, el corazón del feto ya no está latiendo. Suele ser un momento bastante duro para los padres, puesto que es mucho más inesperado que un aborto involuntario. No hay sangrado, no hay dolor abdominal ni cólicos. Simplemente el feto deja de ser viable, y fallece.
El aborto diferido suele darse entre las semanas nueve y doce del embarazo, es decir, durante el final del primer trimestre. Cuando pasen diez días de la muerte del feto, las pruebas de embarazo que se realicen serán negativas por lo general; además, el útero ya no crecerá más.
Es complicado detectar si un feto ha fallecido antes de las doce semanas, puesto que los procedimientos son diferentes. No obstante, el ginecólogo será capaz de discernirlo rápidamente con el material adecuado. Si el feto es mayor de doce semanas, es mucho más sencillo, puesto que el médico solo tendrá que realizar una ecografía normal. Al ver que no se detecta ningún latido en el corazón, quedará ya claro que el feto no continúa con vida.
Cuáles son las diferencias entre el aborto involuntario y el aborto diferido
En un primer momento, las diferencias son evidentes. Cuando se tiene un aborto involuntario, este siempre va acompañado de un sangrado bastante fuerte, así como un potente dolor abdominal y, en ocasiones, cólicos. Es decir, que tiene unos síntomas claros que la madre puede notar. Por otro lado, el aborto diferido no se asocia con síntomas, puesto que ni hay sangrado ni hay dolor abdominal. Es imposible que la madre se dé cuenta, puesto que en esas semanas el feto aún no ha comenzado a moverse, con lo cual la mujer no notará que ya no hay patadas.
En cuanto al tratamiento posterior, suele ser el mismo. En el aborto diferido el legrado, o raspado, es lo más habitual, puesto que el feto suele estar más avanzado. También hay medicamentos que hacen que este legrado no sea necesario, pero no son los más habituales. En el caso del aborto involuntario, el tratamiento depende mucho del tiempo del feto. Si se produce en las primeras semanas, muchas veces ni siquiera es necesario realizar un raspado; si se produce en las siguientes, sí que será necesario.
Pese a que el raspado puede ser un momento muy incómodo para la mujer, es muy importante que se lleve a cabo. Los restos fetales podrían llegar a causar infecciones graves y, en el peor de los casos, podrían acabar incluso con la vida de la madre. Sí, es un momento duro en la vida de una mujer, muy doloroso, pero se debe tratar de actuar con coherencia y acudir al médico lo más rápido posible para que no haya ningún percance mayor. En un aborto diferido es más complicado, puesto que solo se detecta cuando se acude al ginecólogo; es por eso que es importante mantener visitas de forma periódica, para que un profesional esté al tanto de todo lo que sucede durante nuestro embarazo.
Aún así, como ya señalamos al principio, el porcentaje de abortos es muy bajo en países con una buena sanidad, así que no debéis preocuparos más de lo necesario. Disfrutad de vuestro embarazo con los menores miedos posibles.