Cuando pensamos en adicciones se nos suele venir a la mente aquellas en las que median sustancias, como el alcohol, tabaco u otras drogas más duras. Sin embargo, hay muchos tipos distintos de adicciones en las que no intervienen las drogas, si no que es la propia conducta la que es adictiva porque hace sentir bien a la persona que la realiza. Es lo que ocurre con la adicción al juego, a Internet, videojuegos, al sexo, a la comida... En realidad, se puede ser adicto a cualquier cosa que se haga de forma desmedida y produzca satisfacción a la persona (o al menos que le libere ansiedad). Lógicamente, hay algunas que son más peligrosas potencialmente que otras, por ejemplo ser adicto a la heroína puede acabar con tu vida en un periodo más corto de tiempo que tener una adicción al cannabis, sin embargo, eso no significa que esta última no sea peligrosa. Lo mismo ocurre cuando hablamos de las conductas adictivas.
La adicción al amor es la necesidad que tiene una persona por sentirse continuamente querida por alguien, en alta estima. Sin embargo, cuando hablamos de adicción al amor podemos crearnos confusiones porque dentro de este término se tienen que diferenciar varios términos, todos peligrosos.
- Ser adicto a una persona. Normalmente a la pareja que se tenga. Las personas que son así no pueden concebir su vida sin el otro. Cambian absolutamente su forma de pensar y vivir para acoplarse a la pareja, amoldándose siempre y perdiendo su propio criterio muchas veces. En esta categoría podemos encontrar a personas que directamente se anulan asi mismos y pasan a convertirse en una extensión de su pareja. Sus gustos los hace propios, todo le parece bien, nunca llevan la contraria y a menudo se humillan por no arriesgarse a perder al otro. En el otro extremo encontramos a las personas que tienen tanto miedo de perder a la pareja que están continuamente controlándolos. Son personas celosas, emocionalmente tóxicas y paranoicas.
-Ser adicto a las relaciones. En esta categoría entrarían las personas que estén enganchadas a tener una relación de pareja. Por tanto, casi nunca cortan con el otro por muy mal que se lo esté haciendo pasar, prefieren sufrir teniendo pareja que estar solas. En el caso de que la relación que tienen se rompa enseguida van a buscar una pareja nueva, sin dar pie a que haya un duelo y que se cure la herida emocional. De esta manera, van a arrastrar las emociones negativas de la otra relación y seguramente también los mismos fallos porque apenas ha habido un momento de reflexión.
-Ser adicto a la idea "del amor". Necesitan estar continuamente sintiendo "mariposas" en el estómago. Lo que les engancha es el torbellino de emociones que las personas sentimos cuando estamos conociendo a alguien especial. El adicto al amor cree en las relaciones duraderas y le gustaría tener una pareja estable y estar enamorados siempre. Sin embargo, la idea que ellos tienen del amor no es compatible con la realidad y en cuanto se diluye la intensidad con la que viven esas emociones se cansan y acaban pasando de la relación para ir a otra distinta. Es decir, que un adicto al amor en teoría tiene buenas intenciones y buscan una pareja con la que compartir el tiempo, sin embargo, en la práctica se desencantan en cuanto se pierde la magia del comienzo, y al final, lo acaban dejando con la esperanza de tener más suerte la próxima vez. Las personas que son emocionalmene inmaduras son propensas a ello porque la idea perfecta que ellos tienen del amor hace referencia más bien al juego inicial de la seducción y cortejo, y no entienden que las comedias románticas no son un reflejo de la realidad.
¿Cómo es un adicto al amor?
Reflexionar sobre tu comportamiento cuando tienes una relación puede darte una pista para responder a esta pregunta.
-Miedo atroz a quedarse solo. Tienen una autoestima muy baja y su bienestar depende más del valor que le den los demás que de si mismo.
-Están siempre sufriendo por amor. Se quedan "enganchadas" a su anterior pareja hasta que encuentran a otra, entonces esa nueva persona pasa a ser el centro de su vida suplantando a la otra, normalmente en un periodo récord.
-Dependen emocionalmente de la otra persona, hasta el punto de obsesionarse y abandonarlo todo solo por complacerle. El problema es que cuando su amor no es correspondido o lo acaban dejando les es imposible desengancharse. Este perfil de adicto es muy peligroso porque pueden llegar a convertirse en acosadores potenciales o pueden caer en un trastorno depresivo, llegando a veces hasta el punto de cometer un suicidio.
-Ponen a la pareja por encima de todo y todos. Lo único que importa es la otra persona. La familia, los amigos, el trabajo... todo forma parte de un segundo plano que es eclipsado por la pareja. Sin ella no se sienten vivos y tienden a dramatizar sus sentimientos.
-Continuamente emparejados. Son aquellos que siempre tienen a alguien. Que no se dan un tiempo entre relación y relación. Necesitan continuamente estar con pareja.
¿Por qué ocurre esto?
Lo cierto es que la sociedad tiene mucho que ver con estas adicciones. La idea que tenemos del amor es una construcción sociocultural que hemos ido construyendo a través del tiempo gracias al cine y la literatura. El problema aparece cuando la gente se lo toma al pie de la letra todo lo que ve y oye.
Cuando nos enamoramos nuestro cerebro segrega en mayores cantidades un neurotransmisor llamado serotonina, este actúa sobre los circuitos de la recompensa en un área concreta del cerebro relacionada con la recompensa, produciéndonos activación, euforia y placer. Por eso, al principio el amor es más biológico, más hormonal... pero con el tiempo madura y lo que se pierde en intensidad se gana en compromiso. El problema está cuando el adicto confunde esta tenuación con la desaparición del amor, no entienden que el enamoramiento no dura para siempre pero que tampoco ha desaparecido, si no que se transforma en algo más maduro.
Por último, estas adicciones pueden superarse con voluntad y tiempo. Por eso, si te has sentido identificado con este artículo en más de una ocasión deberías pedir ayuda a un psicólogo que pueda ayudarte a gestionar tus emociones de forma correcta, con el fin de que los demás no te dañen, y lo que también es importante, que tampoco lo hagas tú mismo.