Ahora, lo más importante es focalizar la mente en una sola cosa, algo real y que estemos viviendo en ese preciso momento. Concentrarse en hacer, sentir, ver, oler, escuchar... es la atención plena, tal y como la definen muchos expertos, en un detalle concreto. En el mindfulness no valen las distracciones ni las pérdidas de conciencia sobre lo que se está haciendo.
Es la simplificación de lo que nos rodea. Es decir, es prestar atención a las cosas que tenemos alrededor sin perder la esencia de lo que realmente importa. No hay sentimientos ni maneras de ser, solo una concentración total. A partir de esa percepción concreta es desde la cual deriva, en la mayoría de las ocasiones, en una mejora del rendimiento y de las relaciones, tanto personales como laborales.
Beneficios notables
Desaparecen los síntomas del estrés y la ansiedad, se consigue una mayor concentración y una mejor autoestima. Esto ocurre porque es un sistema más sencillos de practicar la meditación de manera constante. Para aquellas personas que no sepan cómo lograr dejar la mente en blanco, el mindfulness es también una vía para hacer frente a los contratiempos y los malestares del día a día. Este método incluso termina por mejorar incluso la salud.
El método para conseguir que el mindfulness que se empieza a practicar funcione es muy similar a la meditación tradicional. Primero se requiere de un espacio tranquilo, aunque muchos de los que dominan este método de relajación consiguen practicarlo en casi cualquier momento, lugar y situación. La concentración es muy importante, por lo que es necesario estar en un entorno que no nos domine.
Guía fácil para practicar mindfulness
Ambiente libre de distracciones
La parte más importante de todo el proceso del mindfulness es la respiración. Con ella establecemos nuestra propia relación entre el medio que nos rodea -lo material- y nosotros mismos -el espíritu, la persona, sin interpretaciones religiosas-. Lo que se entendería como el lema del mindfulness es la pregunta que debemos realizarnos a nosotros mismos cuando se empieza con este tipo de meditación científica: nuestro cuerpo vive en el presente, pero ¿y nuestra mente?
Se pretende llegar a la percepción del tiempo presente, sin prestar atención a los acontecimientos futuros ni a hechos del pasado. Para ello debemos tener plena conciencia de nuestra existencia en ese preciso momento. Con cada respiración, pausada y calmada, la herramienta del mindfulness se convierte en una aceptación del momento y de lo que representamos como personas.
Aumento progresivo del tiempo
Se empiezan las primeras sesiones con unos diez minutos como máximo, para ir aumentando el tiempo según la práctica y la experiencia. También depende de la capacidad de concentración de ese momento y del nivel de estrés o ansiedad que tengamos acumulada. Debe considerarse como una rutina y no dejar de perder el contacto con la sensación de relajación.
Respirar lento y profundo
Para que esa respiración funcione, nuestro cuerpo debe estar colocado de manera que la respiración sea buena. Lo cierto es que, con el ritmo de vida que se lleva actualmente, lo que conocemos por respiración no es tal y como debería hacerse. Por eso, cuando se aprende a inspirar profundamente -llenando los pulmones y ejercitando todo nuestro pecho, notando cómo el oxígeno llega a todas partes a través del corriente sanguíneo y que la espiración se hace pausada, suspiros incluidos para relajar la zona de la mandíbula-, muchos admiten que incluso les duele el pecho.
Posición y espacio confortables
Esa posición deber ser cómoda. No podemos tener el cuerpo en tensión alguna y la espalda debe estar recta, para que el diafragma se abra y consigamos que entre más aire en nuestros pulmones. También podemos practicar el mindfulness tumbados, aunque cabe la posibilidad de que la gente se duerma.
El lugar donde realicemos el mindfulness debe estar acondicionado de tal manera que nada pueda interferir con nuestro propósito. Por lo tanto, luminosidad pero no ruidos estridentes, ni aparatos innecesarios como teléfonos, cargadores o cualquier electrodoméstico que pueda desconcentrarnos. Ni tan siquiera valdría tener el móvil en silencio, ya que sus ondas -lo creas o no- interfiere en tu mente de manera negativa.
Ropa para mindfulness
Al ir al gimnasio o practicar deporte se viste ropa cómoda y adecuada para la actividad física. Y este caso no es menos. Para ello debemos desprendernos de todo lo que pueda causar un sensación de opresión de la carne : cinturillas, mayas o camisetas apretadas, zapatillas, ropa interior con goma ajustada...
Mente en blanco
Lo más difícil de cualquier ejercicio de meditación, relajación o mindfulness es la mente en blanco. Para ello debemos ser conscientes de cuándo estamos empezando a divagar y controlar esa pérdida de conciencia del 'aquí y ahora'. Al principio será la cosa más difícil que hayáis practicado, pero con el tiempo se notarán los resultados y la concentración se hará cada vez más placentera.