Cuando alguien les comenta a unos padres la posibilidad de que su hijo o hija tenga un trastorno del espectro autista o TEA, estos, como es natural, pueden preocuparse.
Criar a un niño o niña es probablemente uno de los eventos más desafiantes y gratificantes de la vida de una persona. Ver a un hijo o a una hija crecer y desarrollarse es una fuente de felicidad para todo padre y madre. Sin embargo, si este hijo o hija parece desarrollarse de manera diferente al resto de niños los padres comienzan a preocuparse, como es lógico.
Muchas de estas preocupaciones o temores nacen del desconocimiento o de la falta de información, por tanto, que los padres se informen de los síntomas puede ayudarles a decidir si sus preocupaciones están justificadas o no.
Los síntomas de cada niño son únicos
Los niños con TEA generalmente comienzan a presentar síntomas a los dos o tres años de edad. Sin embargo, muchos mostrarán signos más tempranos en el desarrollo, por lo que el trastorno del espectro autista se puede diagnosticar a partir de los 18 meses.
Los niños autistas deben mostrar dificultades en dos dominios de funcionamiento concretos:
- comunicación social, y
- patrones de conducta restringidos y/ o repetitivos
Considerar el autismo como un "espectro" significa que los síntomas o dificultades a los que se van a enfrentar en su vida diaria son diferentes de unos niños a otros. Por esto se considera que los síntomas de cada niño autista son únicos, porque es muy difícil que haya dos niños autistas iguales en cuanto a la sintomatología.
Retos de la comunicación social
Dentro del dominio de la comunicación social, los niños autistas pueden demostrar un retraso en el desarrollo del habla, ya sea al no decir palabras sueltas a los 18 meses aproximadamente o al no decir frases de al menos dos o tres palabras a los 33 meses de edad, aproximadamente.
Es posible que un niño autista no pueda dirigir la atención de los demás, por ejemplo, no podrá señalar lo que quiere o hacer contacto visual con la persona con la que quiere comunicarse. También es posible que no pueda seguir el discurso de otra persona o simplemente responder cuando le llaman por su nombre. A veces también tiene una habilidad limitada para jugar, o le falta esa habilidad directamente. Otros signos podrían ser que el niño autista tenga un menor interés en jugar con otros niños, no compartir sus intereses con sus compañeros, sonreír con poca frecuencia o no expresar sus necesidades mediante gestos, como asentir con la cabeza o levantar los brazos para que alguien lo recoja.
Muchos niños diagnosticados con TEA no imitan las conductas de otras personas. Por ejemplo, no responden a los saludos ni muestran una gran variedad de expresiones faciales. Algunas veces estos niños utilizan las manos de otras personas como una herramienta, por ejemplo, cogiendo la mano de su madre para señalar imágenes de un libro en vez de usar sus propias manos. También pueden mostrar signos de ecolalia, es decir, de repetir palabras de otras personas en vez de usar su propio lenguaje para expresar necesidades o deseos.
Patrones repetitivos de comportamiento
Con respecto a los patrones de conducta restringidos o repetitivos, algunos niños muestran una fuerte preferencia o aversión a los estímulos sensoriales. Por ejemplo, pueden angustiarse por los ruidos típicos del hogar o porque alguien les toque. Pero también pueden desear estímulos visuales en situaciones concretas, como después de haber estado mirado fijamente algún objeto.
El niño autista suele "engancharse" a un objeto específico, como por ejemplo un juguete o un cuaderno que debe llevar siempre consigo, pero muestra poco interés en otras cosas. Puede interesarse intensamente en cosas aparentemente extrañas, como el inodoro o el pomo de una puerta, o puede obsesionarse con un personaje de dibujos animados.
Otros patrones de conducta pueden ser agitar sus brazos o manos repetitivamente, mecerse o dar vueltas si se ponen nerviosos. Algunos niños con autismo repiten acciones una y otra vez, como encender y apagar la luz de una habitación. Otros se centran en las partes pequeñas de un objeto, como girar obsesivamente la rueda de un coche de juguete en vez de jugar con el coche al completo.
Hay niños autistas que se centran en ordenar obsesivamente objetos concretos, como sus juguetes, zapatos o lápices para colorear, y se angustian mucho si otra persona los mueve, llegando incluso a ser agresivos hacia esa persona o a autolesionarse debido a su angustia. Esta actitud puede aparecer también si se alteran sus rutinas diarias.
El diagnóstico temprano es la clave
Como he dicho antes, los síntomas de cada niño autista son únicos, por tanto, ninguno de esos síntomas es necesario o es el detonante para confirmar un diagnóstico de autismo. Sin embargo, si alguna persona de tu entorno se ha dado cuenta de que tu hijo tiene síntomas como los que estoy describiendo es conveniente que observes detenidamente a tu hijo o hija.
Cada niño tiene su propio ritmo de crecimiento y para desarrollar sus habilidades cognitivas y sociales, por esto muchas veces no se da importancia a ciertas características especiales del niño. Pero cuando surge una duda razonable, entonces lo mejor es acudir al médico para que lo examine porque cuanto antes sea el diagnóstico mejor será para el desarrollo del pequeño.
Muchos niños muestran signos compatibles con el trastorno del espectro autista y, sin embargo, crecen de manera natural sin un diagnóstico. Los profesionales en el espectro autista tienen en cuenta el desarrollo infantil típico para determinar si un diagnóstico está justificado.
Si te preocupa que tu hijo tenga TEA, el primer paso es hablar con su pediatra. La evaluación del niño a menudo involucra a un equipo multidisciplinar de profesionales que trabajan juntos para identificar el estado del niño con síntomas de autismo. Generalmente este estudio se basa en la observación del paciente, en entrevistas con los padres y finaliza con las tareas de evaluación para determinar el desarrollo del niño.
La identificación temprana es lo más importante para el futuro del niño. El reconocimiento como autista permite que los niños y sus familias tengan ayudas y apoyo, especialmente para enfrentarse a la etapa escolar. Las familias también pueden acceder a asociaciones relacionadas con el autismo, en las que podrán conocer a otras familias en la misma situación, informaciones importantes para el día a día, y en definitiva, son un gran apoyo para conocer mejor el autismo.