El ictus infantil puede producirse durante el embarazo o en cualquier niño indistintamente de su sexo. El ictus en niños y adolescentes ocurre a partir de los 30 días de vida del bebé y su incidencia es mayor en aquellos niños menores de 2 años. El ictus en niños es causante del 70% de hemiparesia infantil. El porcentaje de ocurrencia es 1 de cada 1000 niños. Del 7 al 30% de casos no sobreviven.
Normalmente problemas acaecidos en el nacimiento de un bebé, como la meningitis o trastornos asociados a la sangre pueden desencadenar un ictus. Un ejemplo es la enfermedad de células falciformes, la cual se asocia al ictus isquémico.
El ictus en niños
Las causas de ocurrencia de ictus en niños son diferentes a las que ocurren en un adulto, pudiendo afectar vincularse también a condicionantes de la madre, como el padecimiento de enfermedades autoinmunes, por lo que la mayor afectación se produce en el primer mes de vida del bebé. Algunas de estas causas son:
- Infecciones
- Enfermedades cardíacas: Factor alto, alrededor del 30%, de riesgo para sufrir un ictus infantil
- Trastornos hematológicos
El ictus o accidente cerebrovascular, ACV es una enfermedad que afecta a los vasos sanguíneos. Esta enfermedad ocurre cuando la persona sufre dificultades para que el oxígeno le llegue al cerebro. Sobre un 40% de personas que sobreviven a un ictus presentan discapacidad grave. El ictus puede ser de dos tipos, isquémico o hemorrágico.
- Ictus isquémico, infarto cerebral o ACV : De difícil diagnóstico. Deriva de una obstrucción de un vaso sanguíneo. Sus causas son varias y el personal sanitario suele pensar en otras posibilidades antes que el ictus. Se precisa de una confirmación de tipo neurorradiólógico en sus primeras horas de afectación. Cuando esto no es posible puede agravarse la situación.
- Ictus hemorrágico : El tratamiento debe ser precoz para evitar daños mayores. Genera una hemorragia en el cerebro, provocada por la ruptura de un vaso sanguíneo. Las neuronas no reciben oxígeno por lo que es urgente actuar en el menor tiempo posible. Esto será óptimo en el momento de la recuperación.
Diagnóstico del ictus en niños
Los ictus en bebés son muy difíciles de diagnosticar. Pueden no detectarse hasta que llegue a los 5 meses. Es probable que pase desapercibido en la corta edad del bebé, por no apreciarse aún cierta problemática o retraso en el desarrollo normal del niño. Su incidencia se estima en unos 30 casos por cada 100.000 niños.
Los padres, en primer lugar, deben estar atentos antes respuestas extrañas por parte del pequeño o dificultades para realizar ciertos movimientos o manifestar determinadas conductas. Es habitual que un médico derive al niño a un fisioterapeuta o psicomotricista, sin arriesgarse a dar un diagnóstico de ictus infantil, por lo que es importante la información y concienciación. El tiempo juega en contra del niño y en posteriores secuelas.
Algunos síntomas que puede alertar a los padres son:
- Convulsiones, breve pérdida de consciencia.
- Dolor intenso de cabeza.
- Náuseas y/o vómitos.
- Aumento de temperatura.
- Dificultad en la expresión oral, como disartria o disfagia.
- Entumecimiento y/o parálisis, generalmente de un lado. Parálisis fácil o babeo.
- Problemas en la visión.
- Déficits cognitivos.
- Pérdida de fuerza en brazos y piernas
- Problemas emocionales.
- Incontinencia urinaria.
Para descartar otras enfermedades y distinguir entre infarto e ictus, los profesionales deben realizar una prueba de imagen cerebral. Esta prueba puede ser una resonancia magnética o una tomografía computarizada craneal. Con la ayuda de pruebas complementarias puede precisarse el lugar preciso del ictus y concretar el tratamiento a seguir para su resolución. Además pueden prevenirse complicaciones derivadas del mismo. Complementarias a esta prueba, son necesarios:
- El estudio de la circulación cerebral, para conocer si existen daños en las arterias.
- Una analítica para ver el estado del colesterol, coagulación, serología...
- Un estudio cardiológico en el caso de ictus cardioembólico.
Posibles daños del ictus en niños
Es una de las primeras causas de muertes en niños. Produce severas secuelas exclusivas en niños, como la parálisis cerebral (la repercusión más grave), retraso mental y epilepsia. Otros daños se registran a nivel cognitivo, de lenguaje y motor. Respecto a sus hábitos de estudio, suelen tener un nivel intelectual más bajo y problemas de atención e incluso una mayor probabilidad de TDAH. El pronóstico de vida de los supervivientes a un ictus depende de la rapidez en la que se le confirme el diagnóstico y se les aplique el tratamiento, siempre y cuando puedan sea posible.
Otras consecuencias son:
- Fiebre.
- Problemas de memoria.
- Afectación en la resolución de problemas .
- Alteraciones en el comportamiento.
- Pérdida del control de las emociones.
- Daños en el estado nutricional y físico, con el motivo de guardar reposo.
Tratamiento del ictus en niños
Un niño, al estar todavía su cerebro en vías de desarrollo, tiene una prevalencia superior que un adulto para la recuperación. El tratamiento que necesiten los niños depende del grado de afectación. Tras las secuelas que presenten pueden necesitar medicación y seguir ciertas terapias como la ocupacional, logopedia o fisioterapia para recuperar el uso de sus extremidades, siempre conjunta y con la colaboración y entrega de la familia, quienes han de mostrarse como su máximo e imprescindible apoyo y sostén emocional.
El fisiatra será el encargado del control en su rehabilitación. Podrán necesitar ayuda del departamento de fonoaudiología, cuando presentan dificultades de comunicación o deglución. Cuando el tipo de lenguaje queda mermado, es conveniente hallar nuevas formas de comunicación. Puede ser necesario, además, el uso de aparatos ortopédicos, gafas o audífonos.
Los psicólogos son unas figuras de apoyo para el niño. Deben trabajar para minimizar el grado de frustración e impotencia del paciente. Debe prepararse al niño para su paso del hospital a su hogar, con lo que las modificaciones o adaptaciones precisas en la casa deberán tenerse en cuenta con tiempo.
La respuesta de la sociedad
Hoy en día el diagnóstico es mejor y en el mundo sanitario hay una mayor concienciación y trabajo en él, sin embargo, en el caso de los niños no está normalizado el protocolo de actuación debido a su menor incidencia que en los adultos. El tiempo apremia en estos casos para poder reducir de un modo importante los daños posteriores. Entre el 60 y el 80% de niños con ictus sufrirán secuelas.
Esta enfermedad no cuenta con la suficiente visibilización, sobre todo en el ambiente sanitario, ni atención. El daño cerebral es de por vida y eso implica un coste social, emocional en torno a la familia y económico, ya que se precisa de un seguimiento y medios con los que hacerle frente. El cerebro sigue en desarrollo por lo que es esencial vigilar todo tipo de cambios que se puedan producir.