El ser humano está programado genéticamente para estar en continuo movimiento. Desde sus orígenes, cuando el hombre era nómada, se recorrían distancias para la obtención de alimento o para huir de posibles peligros. Más adelante, el ser humano se volvió sedentario y desarrolló la agricultura y ganadería, pero aun así, el trabajo en el campo lo mantenían activo físicamente. Solo ahora, en la sociedad moderna y consumista en la que vivimos, el hombre se permite por vez primera un trabajo en el que no hace falta moverse de la silla, tampoco hay falta de comida y ni siquiera hace falta levantarnos para poder hablar con nuestros seres queridos. Lo mismo ocurre con los niños y adolescentes, ¿cuántos conoces que no tengan algún tipo de consola en casa o qué no les guste ver videos de youtube?
Después de muchos estudios, hoy en día se puede afirmar que la inactividad física está relacionada un montón de enfermedades, tanto físicas como psicológicas. La inactividad física unida a otros malos hábitos en la salud aumentan la aparición de enfermedades crónicas como la hipertensión, fibromialgia, accidentes cardio y cerebrovasculares, diabetes tipo II y algunos tipos de cánceres. Según la OMS en 1999 había el 60% de muertes en el mundo eran causadas por este tipo de enfermedades y se estimó que para el 2020 si la población seguía manteniendo el mismo estilo de vida se incrementaría a 73%, por eso es importante animar a la población a hacer más ejercicio. Por tanto, los últimos datos detallan que el sedentarismo provoca más de 3 millones de muertes al año por enfermedades derivadas de él. Si eres una persona que se deja llevar por la pereza tus probabilidades de sufrir una de las múltiples enfermedades que están relacionadas con el sentarismo aumenta.
Como afecta la inactividad física al cuerpo
El problema de la inactividad física no es tanto lo que produce de forma directa en el cuerpo si no lo que deja de producir. Cuando nosotros estamos haciendo ejercicio estamos entrenando nuestro corazón, lo volvemos más fuerte. Disminuye nuestra frecuencia cardiaca y aumentamos el volumen sistólico (la cantidad de sangre que pasa por nuestras arterias), el resultado es que con menos esfuerzo proveemos a nuestro cuerpo del oxígeno que necesita, es decir, nuestro corazón estará más relajado porque necesita menos latidos por minuto, piensa que nuestro corazón es un órgano que está en continuo movimiento, y si deja de funcionar nos morimos. Por otro lado, si nos acostumbramos a una vida sedentaria nuestro corazón nuestros músculos se debilitan, perdemos tono y nos costará más hacer las actividades del día a día. Nuestro corazón también se resentirá (recuerda que el corazón está formado por músculo).
Al perder tonificación se va a resentir, tendrá que hacer más esfuerzo para mover la misma cantidad de sangre que antes. Por otro lado, en las venas y arterias se forman placas ateroscleróticas apareciendo taponamientos que pueden desencadenar ataques cardio y cerebrovasculares. Es uno de las principales motivos de muerte en las sociedades modernas. Aparte de trastornos cardíacos la inactividad física produce:
-Daños óseos: la inactividad física que conlleva la pereza, hace que nuestros huesos pierdan densidad ósea, por lo que es más probable que acabemos desarrollando enfermedades como la osteoporosis. Se descubrió un 50% más de posibilidades de padecerlo en personas mayores que eran sedentarias. Este peligro es aun mayor si hablamos de mujeres tras la menopausia porque la falta de hormonas también contribuye a la pérdida del hueso. Por eso, si eres mujer debes tener especial cuidado con este tema.
-Trastornos del estado de ánimo como depresiones o distimias (la distimía es un estado melancólico y de tristeza crónico pero que no cumple con todos los criterios de depresión ni es tan grave). Con el deporte segregamos unas endorfinas endógenas en el cerebro que nos producen una ligera sedación y nos hacen senit mejor, relajados y de buen humor. Si se tiene una vida sedentaria los niveles de endorfinas en nuestro cuerpo se reducen y generalmente nuestro ánimo será más bajo. Si practicamos deporte frecuentemente tenderems a estar de mejor humor.
-Cáncer: algunos tipos de cánceres están relacionados con la inactividad física. Por ejemplo, es más probable que acabes padeciendo cáncer de colón. Cuando caminamos estamos favoreciendo el movimiento intestinal. Si en nosotros predomina la pereza la comida se queda "estancada" más tiempo en nuestros intestinos y la concentración de enzimas en esa zona disminuye. Lo mismo ocurre con el cáncer de pulmón, tienes más probabilidades de desarrollarlo a largo plazo. Por otro lado también se vio que las mujeres activas tenían un 50% menos de padecer cáncer de mama y de endometrio que las sedentarias, aunque aun no se sabe exactamente el motivo.
-Infertilidad en varones. En los hombres las probabilidad de infertilidad es mayor. En el caso de las mujeres este efecto no se aplica, pero si estás embarazada y llevas mucho tiempo inactiva el riesgo de parto por cesárea aumenta.
-Trastornos del sueño. El ejercicio físico es un sedante natural, tanto para el cuerpo como la mente. Si nosotros nos pasamos el día sentados, conviviendo con la pereza y trabajando solo con la cabeza, cuando lleguemos de noche a la cama nuestra a nuestro cerebro le costará el doble "apagarse", seguirá en modo trabajo y no desconectará. En cambio si corremos o practicamos regularmente ejercicio, gestionaremos mejor todo el estrés del trabajo o simplemente el estrés derivado del día a día, llegaremos a la cama cansados y conciliaremos mejor el sueño.
Por último, otra cosa a tener en cuenta es que la inactividad física incluye un efecto rebote por el cual cuanto menos ejercicio hagamos más pereza nos dará practicarlo. Por eso es importante tomar una decisión y empezar cuanto antes a realizar cambios en nuestra vida. Para ello conciénciate por el problema y comienza con un ejercicio que sea moderado o leve. La OMS recomienda practicar al menos 150 minutos a la semana de ejercicio aeróbico moderado o 75 de ejercicio aeróbico intenso para los adultos de entre 18 y 64 años. Para los mayores de 65 años el tiempo recomendado es el mismo pero cambiando el tipo de actividades por otras de menor intensidad, como dar paseos o actividades recreativas o de ocio.