La sal, conocida como sal de mesa, es un compuesto químico, cloruro de sodio (NaCl), siendo el componente más abundante de esta sal comestible, usada como conservante y condimento, ya que realza el sabor de las comidas.
La sal está presente de manera natural en la carne, pescado, frutas y verduras, en mayor o menor concentración. También está presente y en cantidades elevadas en la gran mayoría de los alimentos procesados.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda un consumo que no llegue a los 5 g. de sal diarios, (el equivalente a una cucharadita de café), siendo menor esta cantidad para niños entre 2 y 15 años; mientras, el consumo hecho por la población española casi duplica esa cantidad con 9,8 g. al día. El cloruro de sodio es necesario para mantener la presión de la sangre y de fluidos extracelulares, pero un consumo excesivo conlleva un aumento de la presión arterial, llegando a la hipertensión, además de aumentar considerablemente el riesgo de padecer enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares (ACV) o enfermedades renales. La relación directa entre consumo excesivo de sal e hipertensión ha sido comprobada en múltiples estudios.
Es importante reducir su ingesta para evitar el riesgo de sufrir hipertensión y sus efectos. Para ello, y entre tanto gobiernos e industria alimentaria ponen en marcha estrategias y reglamentos, nosotros podemos tomar nuestras medidas, como elegir los productos que contengan menos sal, limitar su consumo, quitar el salero de la mesa o cocinar sin sal.
¿Cómo cocinar sin sal sin renunciar al sabor?
Varios son los métodos culinarios que podemos aplicar en nuestra cocina para seguir una dieta hiposódica sin renunciar al sabor, incluso potenciando el sabor natural de los alimentos.
1. Usar hierbas aromáticas y especias
Introducir estos condimentos en sustitución de la sal no sólo reduce el consumo de ésta sino que aumentamos el espectro de sabores en nuestros platos. Cada hierba y especia posee unas propiedades con efectos en nuestro organismo. Unas realzan mejor el sabor de la carne o el pescado y otras las de verduras incluso frutas. Aprender a combinarlas es cuestión de lectura y práctica.
2. Alimentos frescos bajos en sodio
Frutas, verduras, legumbres carnes y pescados frescos, son la mejor opción para una dieta pobre en sodio ya que los alimentos procesados (conservas, congelados o precocinados, por ejemplo) incluyen cantidades de sal muy elevadas.
3. Los caldos, caseros
Aunque empiezan a verse caldos preparados con bajo contenido en sodio es preferible hacerlos en casa, ya que se puede omitir la sal y aderezarlos con nuestros condimentos preferidos.
4. Limón y vinagre
Dan un punto ácido al plato, otro sabor que puede acompañar a los platos.
5. La cocción, siempre al vapor
Al no sumergir los alimentos en el agua, la sal de éstos no se diluye en el líquido, conservando así su sabor y su contenido en sodio.
6. Es posible un gratinado sin queso
El gratinado, además de sabor también es textura; suele hacerse con quesos curados, muy salados; podemos hacer un gratinado con quesos con bajo contenido en sal o aplicando una mezcla de un huevo entero más una clara batidos con pan rallado sin sal.
7. ¿Pasta sosa? Nunca más
Añadir ajo, puerro, cebolla o aceite durante la cocción para que coja sabor, o bien añadiendo las especias una vez cocida.
8. El marinado, nuevo aliado
Marinar la carne o el pescado proporciona gran sabor a la hora de cocinar estos alimentos, además de dejarlos más tiernos.
9. Sal baja en sodio, para los más temerosos
Si no se necesita eliminar la sal del todo o se hace una reducción gradual, es posible adquirir sales bajas en sodio y usarla con mesura al igual que la sal común.
Se estima que el paladar tarda entre 2 y 4 semanas en acostumbrase a una dieta hiposódica. Lo ideal es hacer una reducción gradual hasta llegar a la cocina sin sal pero con todo el sabor.