La Navidad es una época para compartir con los familiares, con los amigos, con los compañeros de trabajo,... Pero también es una época de excesos, de comidas opulentas y de brindar con alcohol durante días continuados. Todos este exceso tiene consecuencias en nuestro cuerpo y si comemos y bebemos de más empezaremos el nuevo año resintiéndonos.
No es de extrañar que una vez han finalizado las fiestas navideñas, incluso en los últimos días de celebraciones, nos encontremos p esados, sin ganas de comer y con sensación de pesadez. Esa es la consecuencia de haber comido y bebido de más durante los últimos días del año. Las sensaciones se incrementan si, además, el resto del año mantenemos un estilo de vida saludable.
Durante las celebraciones navideñas consumimos una mayor cantidad de calorías, debido a que los platos que se elaboran en estos días son más numerosos y contienen más grasas y ácido úrico que los que consumimos habitualmente. A ello se suma la ingesta de alcohol y también que en estos días nos movemos menos. El sedentarismo se apodera de nosotros con motivo de cafés y brindis con los seres queridos.
Todo ello hace que la digestión sea difícil y podamos sufrir ardores, malestar e incluso rechazo a determinados alimentos que hemos comido en exceso. En el caso de haber bebido de más se aumenta esa sensación de pesadez a la que puede unirse, casi con total seguridad, la de resaca al día siguiente.
Cuatro kilos de más
A las copiosas comidas le siguen largas sobremesa en el sofá, meriendas y cenas sin apenas tiempo para hacer la digestión. A todo ello, además, sumamos que apenas hacemos ejercicio para quemar todo lo que ingerimos y bebemos. De este modo no es de extrañar que al acabar la Navidad y pasar por la báscula veamos que hemos engordado. A veces ni siquiera hace falta el viaje, porque el botón de los vaqueros nos deja claro que hay kilos de más.
El engordar una media de cuatro kilos es, según indican diversos estudios, la principal consecuencia del exceso ante el que nos rendimos en Navidad. Hay que tener en cuenta que no sólo es el peso que se coge, sino el hecho de que se hace en muy poco tiempo, en apenas dos semanas nos ponemos varios kilos encima.
Y sí, probablemente uno de nuestros propósitos de Año Nuevo sea adelgazar lo que nos sobra -súmale esos cuatro kilos con los que no habíamos contado- y ponernos en forma. Pero hay que ser conscientes de que no vamos a conseguir perderlos con la misma rapidez que los hemos cogido, lo que ocasionará algunos momentos de desesperación.
Además, puede suceder lo contrario a lo previsto, que dado que los hemos cogido tan fácilmente tendamos al catastrofismo y prolonguemos más allá de la Navidad el exceso de comida y bebida, sumando algún otro kilo de más a nuestra cuenta particular.
Ansiedad y excitación
La ingesta de comidas con alto valor calórico puede acabar por generar ansiedad entre los comensales durante los días de Navidad. El exceso de azúcar, presente en los postres, puede derivar en una excitación de los menores y en que presenten un mayor estado de nerviosismo y dificultades para conciliar el sueño en estos días, entre otras consecuencias.
Aunque los más pequeños de la casa son los principales afectados por este estado se puede extender también a los adultos. Además, en este caso se puede complicar si padecen algún tipo de enfermedad como diabetes o tensión alta.
Visita al médico
Las celebraciones de Navidad en ocasiones acaban con una visita al médico. Puede deberse a una indigestión, a una intoxicación alimentaria o incluso a una alergia que ni siquiera sabíamos que teníamos. Pero también puede ser debido a otro tipo de razones más serias.
Durante estas fechas el exceso pasa factura y se registran más episodios de problemas cardiovasculares, algunos con fatídicas consecuencias. Lo mismo puede ocurrir si bebemos alcohol y realizamos actividades poco seguras o peligrosas y que puedan poner en riesgo nuestra integridad, como conducir o practicar actividades que requieran de gran concentración.
Evitar el exceso en Navidad
Se puede celebrar la Navidad sin una gran indigestión como colofón final. Para ello no hay que renunciar a las comidas ni a los brindis con los amigo s, sólo hacerlo en su justa medida. Así se puede empezar por incluir alimentos sanos en los menús y dejar de lado las salsas, especialmente las comerciales, y todos aquellos otros productos que estén cargados de calorías.
Se puede beber vino en la cena y brindar con cava o sidra, pero en su justa medida. De este modo evitaremos la resaca y las molestias varias que tendremos cuando acaben los festejos. Además, y dado que es una época para disfrutar en familia, ¿por qué no hacerlo dando un paseo? De este modo contrarestaremos el sedentarismo propio de estos días.