La fiebre de las Montañas Rocosas, también conocida como fiebre maculosa de las Montañas Rocosas, es una enfermedad que está causada por un microbio denominado Rickettsia rickettsi, un tipo de bacteria diminuta que se transmite a través de la picadura de una garrapata. Sin embargo, el contagio de persona a persona no es posible. Su nombre se debe a que fue identificada por primera vez en las Montañas Rocosas y suele tener una mayor presencia en Canadá, México, América central o América del Sur. Por ejemplo, en el caso del estado de Nueva York se suelen diagnosticar alrededor de 50 casos anuales.
En cuanto a los patrones de incidencia, no se puede decir que afecte especialmente a un género o a una edad concreta, sino que tanto los niños como los adultos pueden contraer la fiebre de las Montañas Rocosas. Eso sí, las probabilidades aumentan en el caso de aquellas personas en las que hay una exposición directa con animales de compañía o ambientes rurales. También hay que tener especial precaución durante la primavera y el principio de verano, ya que es la época del año en la que las garrapatas están más activas y, por lo tanto, el riesgo de contraer la enfermedad aumenta.
Causas
La fiebre de las Montañas Rocosas se contrae por la picadura de una garrapata infectada con la bacteria Rickettsia rickettsi. Las garrapatas suelen adherirse a la piel, tanto de las personas como de los animales, y comienzan a alimentarse de la sangre de su huésped. Hay casos en los que la persona nunca llega a encontrar a la garrapata adherida a la piel, pero en aquellos casos en los que sí se es consciente del parásito hay que tomar una serie de precauciones a la hora de retirarla. Y es que si la garrapata está infectada con la bacteria y se separa de la piel sin el debido cuidado, el líquido que segrega el bicho puede introducirse por el orificio de la picadura en el organismo de la persona e infectarla.
En el momento en el que una persona es consciente de que tiene una garrapata adherida a la piel, lo mejor que puede hacer es acudir a un médico para que éste la retire. En caso de que sea el propio paciente el que decida separarla de la piel, tendrá que seguir una serie de indicaciones y medidas de protección para evitar la exposición al líquido segregado por la garrapata:
- Para extraer una garrapata es imprescindible hacerlo con unas pinzas y jamás debe hacerse usando vaselina o una cerilla. Con ellas se deberá agarrar la garrapata por la zona de la cabeza o de la boca, nunca por el cuerpo. Y es que si, al tratar de extraer el bicho de la piel, se tira de la zona del abdomen o de la parte posterior puede quedarse parte de la cabeza aún dentro.
- Una vez se haya agarrado la garrapata por la zona de la cabeza habrá que tirar con firmeza hasta que ésta se desprenda de la piel. El tirón debe ser firme y en línea recta, nunca dando vueltas o retorciendo las pinzas mientras se está extrayendo el parásito. Lo ideal es que la garrapata salga completamente, pero si queda una parte de ella unida a la piel no hay que preocuparse, ya que con el paso del tiempo se desprenderá por sí sola.
- Una vez se haya extraído la garrapata hay que tener mucho cuidado a la hora de eliminarla, ya que esta sigue viva y hay que evitar que pueda volver a picar. Para deshacerse de una garrapata puede meterse en un frasco con tapa, en una bolsa con cierre hermético o bien tirándola por el inodoro.
- Limpiar y desinfectar la zona de la picadura con alcohol y lavarse bien las manos con agua y jabón. A pesar de que la garrapata se haya eliminado hay que acudir al médico lo antes posible para asegurarse de que no se haya contraído ninguna enfermedad a través de la picadura del parásito.
Síntomas
Uno de los principales problemas a la hora de diagnosticar esta enfermedad es que los síntomas son bastante parecidos a los de otras enfermedades, por lo que se pueden confundir con relativa facilidad. Normalmente, los síntomas suelen aparecer dentro de la primera semana de infección, pero también se han dado casos en los que la persona no presenta ninguna evidencia hasta 14 días después de haber contraído la enfermedad. Entre los síntomas principales se pueden encontrar:
- Náuseas y vómitos
- Dolores musculares
- Fiebre alta acompañada de escalofríos
- Dolor de cabeza y sensación de desorientación
- Erupción cutánea: un sarpullido de ronchas rojas en la piel que no produce sensación de picazón y que, normalmente, aparece por primera vez en la zona de las muñecas y de los tobillos. Esta erupción también puede ir poco a poco esparciéndose por el cuerpo hasta alcanzar las palmas de las manos y de los pies, los brazos, el torso o las piernas. A diferencia de los síntomas anteriores, la erupción cutánea sí que es una señal inequívoca de haber contraído la fiebre de las Montañas Rocosas y suele aparecer entre 3 y 5 días después de haber comenzado a notar los síntomas anteriormente citado.
Consulta al médico y prevención
Siempre que se sufra la picadura de una garrapata se debe consultar en el menor tiempo posible a un especialista, no sólo para que la extraiga de la piel sino para que descarte que se haya podido contraer alguna enfermedad a través del parásito. Y es que la fiebre maculosa de las Montañas Rocosas no es la única enfermedad que transmiten las garrapatas, sino que son fuente de una gran variedad de enfermedades infecciosas que pueden llegar a poner en peligro la vida. En el caso de la fiebre de las Montañas Rocosas, si ésta no es diagnosticada y tratada a tiempo puede tener consecuencias fatales y dañar gravemente algunos órganos internos como es el caso del corazón o de los riñones.
A la hora de tratar de minimizar la posibilidad de contraer esta enfermedad, se recomienda seguir una serie de medidas y precauciones:
- Evitar las faldas, pantalones cortos y camisetas de manga corta en zonas de bosque o césped y siempre tratar de mantenerse en el sendero principal para evitar el contacto con arbustos o hierba alta.
- Examinar periódicamente a mascotas y animales domésticos para tratar de localizar una posible garrapata adherida a su piel.
- Usar repelente de insectos o ropa que contenga permetrina impregnada en la tela.
- Cuidar las zonas del jardín y césped, limpiándolas habitualmente de maleza y hojas para evitar que las garrapatas puedan vivir en ellas.