La hepatitis era una enfermedad poco menos que desconocida para la gran mayoría de la población hasta hace poco tiempo, cuando se denunciaron los problemas que estaban teniendo los enfermos de hepatitis C para recibir su tratamiento en España. Es una dolencia poco conocida, a pesar de que se estipula que actualmente un tercio de la población mundial padece hepatitis en alguno de sus tipos,
Lo primero que debemos saber es que se trata de una enfermedad relacionada con la inflamación del hígado que, por diferentes motivos, ha podido llegar a esta situación. Se trata de un virus que puede contagiarse, producirse por lesiones o determinados consumos e, incluso, generarlo de natural el cuerpo, por motivos que aún no se han descubierto. Para conocer algo más sobre esta enfermedad, sus causas, síntomas y tratamiento vamos a ahondar en este artículo en qué es la hepatitis C.
Tipos de hepatitis
La hepatitis es la enfermedad que tiene que ver con la inflamación del hígado, pero ésta es una definición muy amplia y hay lugar para varias puntualizaciones, tantas como tipos de hepatitis existen, que vienen determinadas por su origen. Concretamente son seis: A, B, C, D, hepatitis autoinmune y la de origen tóxico.
Todos los tipos de hepatitis tienen en común que producen la inflamación del hígado y que éste deje de funcionar de forma habitual. Así, entre las consecuencias de esta inflamación puede darse que éste órgano no pueda asimilar las distintas sustancias que le llegan desde el estómago y el intestino o que no se produzca la síntesis de la bilis del modo adecuado, dificultando la digestión de las grasas. También puede provocar la disminución de la producción de glucemia, a causa de un incorrecto funcionamiento del intestino, al tiempo que se produce una bajada significativa de las defensas del cuerpo, lo que hace que sea más proclive a contagiarse con virus e infecciones que puedan serle próximas.
La hepatitis C
La hepatitis C es la más conocida de todas estas enfermedades relacionadas con la inflamación del hígado que deriva en un incorrecto funcionamiento del mismo. En este caso el enfermo se contagia con el virus y lo hace por contacto directo con la sangre de una persona que ya está infectada con el mismo.
La causa de padecer hepatitis C es principalmente por haber utilizado determinadas herramientas de manera insegura y sin esterilizar. Así, encontramos infección por haber usado jeringuillas infectadas, haber tenido transfusiones sanguíneas, hemodiálisis y por el uso de determinados materiales higiénico-sanitarios como los que se utilizan para hacerse un piercing o un tatuaje. En el caso de las mujeres también pueden infectar a sus hijos en el momento del parto.
Está registrado que en todo el mundo existen en la actualidad entre 130 y 150 millones de personas infectadas con el virus de la hepatitis C y que cerca de medio millón mueren cada año de las complicaciones que se derivan de la inflamación del hígado. No hay vacuna contra ella, pero sí tratamiento, que funciona satisfactoriamente entre el 50 y el 90% de los casos.
Cuando la hepatitis C se convierte en crónica -algo que no es complicado porque los síntomas pueden tardar en aparecer-, puede derivar en cirrosis o cáncer de hígado, en el peor de los casos. El hecho de que sea difícil acceder a un tratamiento adecuado -por lo costoso del mismo- dificulta también la recuperación de los enfermos infectados.
Sintomatología de la hepatitis C
Ya comentamos anteriormente que puede darse el caso de que no haya sintomatología de tener una infección del virus de la hepatitis C, lo que dificulta sobremanera el diagnóstico del médico. Cuando sí hay síntomas estos pueden confundirse en un primer momento con los de la gripe, lo que tampoco favorece un diagnóstico temprano que permitiría atacar la infección desde un primer momento.
Los síntomas de los primeros días son tales como c ansancio, malestar, fiebre y problemas digestivos (falta de apetito, vómitos, náuseas y diarreas). Como veis, los propios de cualquier otro virus o enfermedad de carácter leve. Con los días el enfermo ve que no mejora, a pesar de poder estar tomando medicamentos encaminados a ello.
Días más tarde aparecerán otros síntomas más específicos con los que el médico puede empezar a entrever una posible infección de hepatitis C. Dolor abdominal, mal aliento y cirrosis empiezan a ser evidentes, al igual que otros síntomas derivados del mal funcionamiento que está teniendo el hígado a causa de la inflamación.
Es habitual que la piel muestre un tono más amarrillento fruto del aumento de bilirrubina en la sangre. El cambio de tonalidad también se ve en la orina, que se vuelve más oscura, y las heces que se tornan decoloradas o teñidas.
A la vista de estos síntomas el médico puede sospechar que el paciente tiene una infección de hepatitis C por lo que revisará su historial médico, le preguntará acerca de los hábitos sin precauciones que os comentamos antes y realizará los pertinentes análisis de sangre y orina. Incluso puede llegar a solicitar una biopsia para conocer el alcance de la infección.
Según van pasando los días la inflamación del hígado puede llegar a controlarse con el tratamiento adecuado o todo lo contrario, volverse crónica. En este caso la salud del paciente se encuentra en riesgo porque se desarrolla una encefalopatía hepática, el cuerpo no produce determinadas proteínas o puede darse un cuadro cirrótico.
Tratamiento de la hepatitis C
Hay pacientes que pueden no necesitar un tratamiento farmacológico para vencer a la hepatitis C porque su cuerpo proporciona una respuesta inmunitaria de manera automática. En el caso de que se tenga que recurrir a medicación no siempre se alcanza la curación completa, pero sí se consigue en un alto porcentaje de la población infectada.
La hepatitis C se combate de modo convencional con una terapia antivírica con interferón y ribavirina. Son complejos ante los que determinados pacientes pueden presentar intolerancia, lo que hace que no todos puedan seguir con este tipo de tratamiento. Recientemente han saltado al mercado otros medicamentos, que se administran por vía oral, y que tienen una eficacia mayor en la curación del virus: del 90%. Es el caso del conocido en las últimas semanas como Sovaldi (nombre comercial). Es altamente efectivo y consigue que las células del virus no se multipliquen. Lo hace inhibiendo el funcionamiento de una enzima llamada ARN polimerasa. Se combina con otros medicamentos que lo hacen es luchar contra las células víricas ya existentes hasta eliminarlas alcanzando la curación.
El problema del Sovaldi -y por lo que se ha hecho conocido- es su alto precio. Un tratamiento para 12 semanas tiene un coste de 60.000 euros. De momento la seguridad social no lo subvenciona -salvo que haya una petición del médico y la comunidad autónoma a la Agencia Española del Medicamento- dado que el gobierno aún está negociando el precio definitivo con la farmacéutica que lo comercializa. Hay enfermos que lo están comprando al precio del mercado.