Se le conoce como ictus a una enfermedad o trastorno repentino que afecta al cerebro y a los vasos sanguíneos que le abastecen la sangre necesaria para que funcione correctamente. Se trata de un brusco trastorno de la circulación cerebral que provoca una perturbación en el cometido de una determinada zona del cerebro.
El ictus suele ser un problema que se presenta de forma súbita y que comúnmente perjudica a personas de edad avanzada. Los factores de riesgo que conducen a este trastorno son la consecuencia última de unir varias causas y circunstancias personales, ambientes e incluso sociales. Los accidentes cerebrovasculares, apoplejías y ataques cerebrales son términos sinónimos que también se emplean para referirse a un ictus.
Sin recurrir a tecnicismos, la mejor explicación que puede existir acerca de en qué consiste este trastorno es compararlo con un ataque al corazón solo que reemplazando este órgano por otro: el del cerebro. Tras sufrir un ictus, el paciente puede llegar a fallecer o, si sobrevive, sufrir fatales consecuencias como una discapacidad para el resto de su vida.
Causas y factores de riesgo
El hecho de padecer un ictus está principalmente relacionado con la edad, el género, la raza y los antecedentes familiares del paciente. Aunque estos son factores de riesgo que no es posible modificarlos ni "curarlos", lo cierto es que existen otras principales amenazas y causas que son los factores de riesgo modificables. Estos últimos son la hipertensión arterial, la diabetes, el consumo de tabaco y algunas arritmias.
La sanidad posee actualmente unos rigurosos controles que, si bien no son capaces de modificar las amenazas genéticas, sí hacen posible que las modificables estén más controladas. Los factores de riesgo que aumentan la predisposición de una persona a sufrir un accidente cerebrovascular son:
- Edad: Aunque el riesgo de sufrir un ictus se multiplica por dos a cada década que una persona cumple, es a partir de los 55 años cuando aumenta la posibilidad de sufrirlo.
- Sexo o género: En el caso de las mujeres, la muerte por accidente cerebrovascular es más frecuente que en los hombres, sobre todo cuando estas se encuentran en una edad comprendida entre los 35 y los 45 años y cuando tienen más de 60 años. La razón de esto se justifica porque las mujeres presentan una esperanza de vida mayor que los varones y, a mayor edad, mayor es la probabilidad de padecer un ataque.
- Raza: Aunque no existe una razón clara de por qué las personas de raza negra y latina son más propensas a sufrir un ataque cerebral, lo cierto es que se piensa que esto puede deberse a que son más susceptibles a padecer hipertensión arterial y/o diabetes.
- Antecedentes familiares: Si una persona tiene en su familia miembros que han sufrido un ictus, esta tiene un mayor riesgo de sufrir algún tipo de accidente cerebrovascular. Si el antecedente familiar procede del padre, el riesgo prácticamente se triplica.
- Consumo de drogas: El uso del tabaco duplica el riesgo de padecer un ictus en una persona propensa a sufrirlo. No obstante, esta amenaza se reduce considerablemente tras cinco años sin consumir tabaco. En el caso de otras drogas como la cocaína y los anfetamínicos, su consumo puede llegar a multiplicar por tres el riesgo de sufrir un ataque.
La obesidad, el uso de métodos anticonceptivos orales como la píldora, las migrañas o la vida sedentaria son otros factores de riesgo tratables. El segundo de ellos anteriormente mencionado parece que solo hacen aumentar la posibilidad de sufrir un ictus si se suma a otros factores, no obstante, lo mejor para prevenir cualquier tipo de accidente es consultar con el médico especialista.
Síntomas de un ictus
Lo más común es que los ictus se produzcan de forma repentina y causen una lesión cerebral en cuestión de pocos segundos. Los síntomas que puede llegar a presentar este accidente cerebrovascular varían en función de la zona del cerebro que haya quedado sin suministro sanguíneo. Esto último es lo que precisamente hace difícil el conocimiento de la magnitud del ataque aunque siempre será de gran ayuda poder identificar sus síntomas.
En función de la zona cerebral afectada por el ictus, los síntomas se pueden presentar de diferentes maneras. Mostrar debilidad de algún lado de la cara unido a la incapacidad de sonreír es el signo más frecuente. De igual forma, la confusión repentina para hablar, andar o ver son señales de alerta que podrían estar avisando de un inminente ataque.
Cuando un accidente cerebrovascular afecta a, por ejemplo, la zona izquierda del cerebro, la parte corporal afectada por el ictus corresponderá a la derecha del cuerpo y a la izquierda de la cara. Un comportamiento anormalmente lento, la parálisis parcial del rostro o la pérdida de memoria son claros síntomas de que el ictus se está apoderando del lado izquierdo cerebral.
A la inversa que en el anterior caso, si la zona afectada por el ataque cerebral es la región derecha, la parte corporal que presentará problemas será la izquierda. Puesto que esta zona es la que controla las sensaciones y sentimientos, el comportamiento de alguien que padece un ictus en esta zona se corresponde a un comportamiento agresivo e indagador y que puede ir unido a problemas en la visión, pérdida de memoria o parálisis parcial del lado izquierdo corporal.
Tipos de ictus
Existen dos tipos de ictus o accidentes cerebrovasculares que, según se produzca uno u otro, generan distintas consecuencias. Por un lado se encuentra el ictus isquémico, que es el más reconocible y el más característico. Sufrir este tipo de ataque cerebral lleva consigo la interrupción del suministro sanguíneo a causa de que los vasos están obstruídos por dentro. La causa de esto se debe a los coágulos denominados trombos cerebrales y que se producen por la ateroesclerosis, es decir, por el desarrollo de cúmulos de grasa en las paredes del vaso sanguíneo.
Otro tipo de ictus, y que tan solo afecta al 15% de estos trastornos, es el ictus hemorrágico. A diferencia del ictus isquémico, lo que sucede en este tipo de ataque cerebral es que los vasos sanguíneos no se obstruyen sino que se rompen haciendo que la sangre de su interior llegue bruscamente al cerebro. Al producirse esto, la sangre comprime el tejido cerebral provocano una hemorragia intercerebral o subaracnoidea. Para evitar llegar a la fatal consecuencia de un ictus hemorrágico, lo recomendable es prestar especial atención a los vasos sanguíneos que presentan una mayor probabilidad de romperse y estos son los denominados vasos débiles: los aneurismas y las malformaciones arteriovenosas.
Para evitar un ataque realmente serio, es necesario tomar medidas si se presentan cualquiera de los dos anteriores casos. En el ejemplo de un aneurisma, que se trata de una zona inflada o debilitada de un vaso sanguíneo, lo ideal será tratar el problema antes de que el vaso rompa. En cuanto a la malformación arteriovenosa, lo más común será su tratamiento quirúrgico pues poseer esta malformación supone tener un grupo de vasos sanguíneos formados de manera anormal y que en cualquier momento pueden llegar a romperse.