El síndrome de boca ardiente, también conocido como glosodina, es una rara afección que se desarrolla en el interior de la boca. Estudios e investigaciones indican que tan solo entre un 5% y un 10% de la población española se ve afectada por esta enfermedad, que no se suele dar en casos de personas menores de 30 años.
Su desarrollo es mucho más frecuente en mujeres -sobre todo durante la etapa de menopaúsica o postmenopáusica- y en pacientes con diabetes, siendo lo más normal que aparezca en adultos que hayan cumplido los 50 años. La sensación de dolor, escozor, hormigueo, pinchazos o adormecimiento de la mucosa presentes en la zona oral son los síntomas que describen los pacientes afectados por este síndrome y cuya duración varia, pudiendo ser de unos meses a años. Se trata de una afección de la que todavía no se ha recabado demasiada información, algo que es difícil ya que los pacientes no suelen mostrar un patrón de síntomas comunes.
Es por ello por lo que, a día de hoy, todavía no se ha encontrado una causa específica en el desarrollo del síndrome de boca ardiente como heridas o lesiones en la zona que produzcan esos síntomas.
Esto tampoco ha permitido que se cuente con una prueba que ayude a su diagnóstico o tratamiento por parte de médicos y dentistas. El desarrollo de la glosodina puede ser gradual, agravándose con el tiempo la molesta sensación en la boca; sin embargo, lo más normal es que se produzca de forma repentina. Las zonas más afectadas de la zona oral son, principalmente, la lengua -tanto la punta como sus laterales-, el labio inferior y el paladar, aunque este síndrome de boca ardiente también puede afectar a las encías, a la garganta y al interior de las mejillas.
El patrón más común es que la sensación de ardor comience por la mañana en un nivel bajo para, con el paso del día, ir aumentando hasta llegar a su máximo pico durante la tarde, ya sea con la sensación de ardor continua o intermitente. Sin embargo, lo más normal es que por la noche remita, al igual que cuando se consume algún alimento o bebida.
Síntomas del síndrome de boca ardiente
Al carecer de una prueba específica que facilite al profesional sanitario diagnosticar al paciente con síndrome de boca ardiente, éste deberá basarse en los síntomas y señales que deriva la persona afectada. Estos no son físicos, por lo que no habrá ninguna señal en la zona oral, y entre ellos se encuentran:
- Sensación de dolor, quemazón, hormigueo o pinchazos en una zona concreta de la boca o en un área extensa.
- Sequedad bucal.
- Aumento de la sed.
- Alteración del gusto: sabor metálico o amargo o un cambio en la intensidad con la que se percibe el sabor de los alimentos consumidos.
- Entumecimiento o adormecimiento de la boca.
Causas de la afección
Actualmente no se conoce una causa concreta del desarrollo del síntoma de boca ardiente por parte los pacientes, aunque se puede relacionar con ciertos aspectos. Estas causas hacen que la enfermedad se clasifica entre síndrome de boca ardiente primario o idiopático y síndrome de boca ardiente secundario. El primero se caracteriza por la completa falta de anomalías -tanto a nivel físico como clínico- que pueda responder al desarrollo de la afección, aunque hay investigaciones que sugieren que pueda estar relacionado con alteraciones en el gusto y en los nervios sensoriales del sistema nervioso central o periférico.
En el caso del síndrome de boca ardiente secundario, la enfermedad sí puede ser síntoma de alguna afección subyacente entre las que se encuentran:
- Hipersensibilidad y alergia a ciertos alimentos, aditivos o productos orales que producen una reacción en la zona.
- Trastornos endocrinos como diabetes o hipotiroidismo.
- Episodios de ansiedad, estrés o depresión clínica.
- Xerosotmía o sequedad de la boca desarrollada por el consumo de ciertos medicamentos o tratamientos contra el cáncer, problemas en las glándulas salivares u otro tipo de afección del organismo.
- Enfermedad por reflujo gastroesofágico (GERD) mediante la cual el ácido estomacal llega a la zona de la boca.
- Hábitos diarios relacionados con el bruxismo (apretar los dientes) o con morderse la lengua.
- Afecciones en la boca, tanto en forma de infección por hongos (candidiasis oral) como de liquen plano, una enfermedad inflamatoria. La propia forma de la lengua también puede ser un factor, como en casos de lengua geográfica.
- Falta de nutrientes como zinc o hierro o vitaminas del grupo B como tamina, riboflavina, piridoxina o cobalamina.
- Uso de ciertos medicamentos, con especial atención a aquellos recetados para la hipertensión arterial.
- Hábitos de higiene en los que la lengua se cepilla con demasiada frecuencia o el uso de pastas de dientes o enjuagues bucales en exceso abrasivas.
- Consumo habitual de bebidas ácidas.
Diagnóstico y tratamiento del síndrome de boca ardiente
Debido a que se trata de una enfermedad poco frecuente, sin una causa aparentemente conocida y que no establece un patrón de síntomas en los pacientes afectados, tanto médicos como dentistas carecen de una herramienta que permita diagnosticar con total fiabilidad la enfermedad. Por ello, lo más normal es que la persona afectada sea derivada a un especialista -como un otorrinolaringólogo, un gastroenterólogo, un dermatólogo o un neurólogo- que irá descartando otras afecciones antes de hacer el diagnóstico. En ciertos casos se pueden solicitar algunos exámenes como un análisis de sangre, una biopsia de tejido en la zona oral o pruebas alérgicas o de imágenes.
En cuanto al tratamiento, éste varía según la causa de la enfermedad. Por ejemplo, si se trata de síndrome de ardor bucal secundario, el tratamiento estará relacionado con la afección que ha originado el síndrome. De esta forma, cuando la enfermedad subyacente vaya mejorando, se presume que también lo hará las molestias en la boca. En el caso del síndrome de ardor bucal primario, no se conoce ningún tratamiento específico a falta de una causa concreta que lo explique.
El profesional sanitario puede recetar ciertos productos como enjuagues bucales o medicamentos relacionados analgésicos, antidepresivos o anticonvulsivos para tratar de paliar los molestos síntomas. En ocasiones también se prescribe la terapia cognitiva conductual en aquellos pacientes que muestran síntomas de ansiedad y depresión y que ayude a la hora de sobrellevar el dolor crónico que produce la afección. En todo caso, los síntomas pueden ir remitiendo por sí solos y aparecer de forma menos frecuente a medida que pasa el tiempo.