¿Alguna vez te has sentido como un completo fraude? ¿Como si tus logros han sido más por suerte que por tu propia capacidad? ¿Qué en cualquier momento se van a dar cuenta de que no das la talla y que has estado engañando a todo el mundo?
Todos esos pensamientos negativos e intrusivos corresponden a un fenómeno: el síndrome del impostor.
El síndrome del impostor o síndrome de fraude, es un fenómeno psicológico en el que la gente es incapaz de asimilar sus logros y vincularlos a su propia capacidad. Lo normal, por ejemplo, es pensar que el éxito se ha dado por una combinación de estar en el lugar y en el momento adecuados o porque simplemente, otros han fallado y no se han dado cuenta de tu incapacidad.
Este problema está relacionado con la baja autoestima, la falta de confianza y al perfeccionismo: se subestima o minimiza el éxito porque "siempre podría haberse hecho mejor".
Y es que el perfil de este trastorno es común: profesionales bien preparados, exitosos y con buenos puestos. Personas que reciben feedback positivo todo el tiempo, que tienen al su alrededor datos objetivos y gente que confirma sus logros. Y aún así, el pensamiento tóxico persiste y se sienten menos competentes de lo que son considerados.
Como tienen el pensamiento de haber conseguido un puesto que no es el les corresponden, viven con el miedo de ser descubiertos y expuestos como el fraude que "realmente son" delante de todos. Este miedo causa estrés y ansiedad y les impulsa a trabajar más que nadie para demostrar de alguna forma lo contrario. El problema es que esto se convierte en una profecía autocumplible, ya que tanto estrés afecta a las capacidades de la persona y al final, pueden no cumplir las expectativas.
Hay tres tipos de enfoques que adoptan las personas con este síndrome. Están los que se sienten estafadores y viven con la sensación de ser actores de su propia vida, que se han adaptado a las circunstancias echándole cara a la situación, todo a base del falseamiento de la realidad. Por otra parte, están los que atribuyen todo su éxito a la suerte o a la casualidad. Un pensamiento típico es "conseguí el puesto de pura chiripa". Además, tienen la sensación de que no tendrán tanta suerte la próxima vez y fracasarán. Por último, están los que minimizan los logros, subestimando cualquier éxito y refiriéndose a sus logros con frases como "no era para tanto". Parece una humildad forzada, pero no lo es: les cuesta aceptar cualquier tipo de elogio.
En un principio se pensaba que el síndrome del impostor era exclusivo de las mujeres, pero estudios posteriores han demostrado que los hombres lo sufren en una proporción muy similar. Es muy común entre personas que han estudiado un posgrado, en profesores, investigadores, médicos y actores. Hasta cierto punto podría entenderse que las mujeres desarrollasen este tipo de pensamientos tóxicos cuando recibían un salario menor por el mismo trabajo que un hombre. Eso destruye la moral y puede llegar a sentirse prescindible y apartada.
Para estas personas, magnificar los fracasos es algo normal, pero también el éxito da miedo : la responsabilidad que conlleva y el enfrentarse a cosas nuevas donde puedan ser "desenmascarados" puede llegar a ser terrible. Por eso, tampoco disfrutan de los logros. El caso es que puede llegar a desarrollarse un círculo vicioso absolutamente absurdo: si tienes miedo a no dar la talla, trabajarás más duro. Si trabajas más duro, conseguirás éxitos. Si consigues éxitos, tendrás más responsabilidades y tu valía externa aumentará. Si aumenta tu valía, vuelve el miedo a no dar la talla.
De esta manera, el síndrome del impostor puede afectar negativamente tu carrera profesional, ya que si estás convencido de que no estás a la altura del empleo, esto puede evitar que te impongas o que corras los riesgos necesarios. ¿Para solucionarlo? Lo mejor es ir a hablar con un terapeuta, para aprender a identificar los pensamientos tóxicos y pararlos a tiempo. Un profesional podrá darte las herramientas que necesitas para tu desarrollo personal.