En nuestros días el uso de psicofármacos y, en concreto, de antidepresivos se ha vuelto muy común. Este aumento en la frecuencia de uso lleva a pensar a las personas que los consumen que se trata de fármacos seguros, que no entrañan ningún riesgo.
Como ocurre con el ibuprofeno o paracetamol que tenemos de continuo al alcance de nuestra mano, creemos que los antidepresivos pueden "prestarse" cuando alguien cercano está pasando por una mala racha.
Su uso es complejo y sus efectos poderosos como es comprensible al conocer que el principal sistema sobre el que actúan es el sistema nervioso central.
Las cifras de consumo son importantes sobre todo en España ya que es el líder mundial en consumo de antidepresivos y somníferos. El consumo de antidepresivos se ha triplicado en los últimos 10 años y el consumo de las mujeres dobla al de los hombres.
¿Cuáles son los fármacos antidepresivos?
Los antidepresivos comprenden un conjunto de categorías farmacológicas que tienen efectos psicotrópicos, es decir, que actúan a nivel psicológico. Adoptaron ese nombre ya que en su inicio se comprobó su capacidad de reducir los síntomas depresivos.
Sin embargo, su uso se ha ido expandiendo y también se utilizan para el tratamiento de otras patologías psiquiátricas como trastornos de ansiedad, trastornos de la conducta alimentaria o los trastornos del control de impulsos.
Tradicionalmente los antidepresivos se dividen en tres categorías principales :
- Inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO) : fueron los primeros en descubrirse, los que consiguen un mayor efecto en algunos casos pero también los que tienen efectos secundarios más graves.
- Antidepresivos cíclicos (tricíclicos, cuatricíclicos...): se descubrieron poco después que los anteriores. También tienen bastantes efectos secundarios.
- Antidepresivos de segunda generación : en esta categoría se agrupan muchas familias farmacológicas. Entre ellas destacan los Inhibidores Selectivos de la Recaptación de la Serotonina (ISRS) que son los más consumidos y utilizados por su alto nivel de seguridad (es decir, que la sobredosis es muy difícil).
¿Qué es el Síndrome de suspensión de antidepresivos?
El síndrome de suspensión de antidepresivos puede definirse como un efecto secundario importante a partir del consumo continuado de esta categoría farmacológica. Es más probable que se produzca cuando el consumo se detiene de forma abrupta.
El primer dato histórico acerca de su aparición se dio en los últimos años del siglo pasado con la interrupción del consumo de un tipo de ISRS, en concreto la Fluvoxamina. Más adelante, otros clínicos informaron de que también se producía con la Paroxetina o Fluoxetna.
Aunque los nombrados todos son ISRS, el síndrome de suspensión de antidepresivos se refiere a los síntomas físicos y psíquicos tras suspender, disminuir o discontinuar la dosis de cualquier antidepresivo.
En términos de manuales diagnósticos, el síndrome de suspensión de antidepresivos consiste en el cese brusco o disminución importante del antidepresivo usado durante un mes o más, cuya sintomatología se manifiesta entre 2 y 4 días después de la interrupción a través de síntomas sensitivos, somáticos y cognitivo-emocionales.
¿Por qué se produce el síndrome?
El síndrome de suspensión de antidepresivos puede verse como un tipo de síndrome de abstinencia como el que se produce en el consumo de otras drogas.
Tras un periodo prolongado de consumo los sistemas de neurotransmisores sobre los que actúa (principalmente serotonina y noradrenalina) se adaptan a su presencia. Esta adaptación consiste en cambios a nivel de las membranas neuronales y de sus conexiones.
Aunque se desconoce el mecanismo exacto por el que se da el síndrome de suspensión de antidepresivos (como se desconoce el mecanismo que afecta a los síntomas del trastorno) se cree que se deben al tiempo que tarda en recalibrase el cuerpo.
¿Cuáles son sus síntomas?
Como comentábamos los síntomas que se producen a partir del síndrome de suspensión de antidepresivos son de diferentes grupos.
Entre los síntomas somáticos y sensitivos destacan los destellos de luz, las sensaciones de "shock eléctrico", náuseas intensas y posibles vómitos e hipersensibilidad a los ruidos y la luz.
Entre los síntomas cognitivo-emocionales destacan la ansiedad inespecífica y sentimientos de temor. Además es posible que la sintomatología depresiva o ansiosa que indujo la prescripción del fármaco por parte del especialista reaparezca. Esta reaparición puede ser incluso más intensa que el malestar anterior a la toma del fármaco por un "efecto rebote".
Si el antidepresivo provocó síntomas estimulantes puede dar una sintomatología de abstinencia similar a la de este grupo de drogas: humor disfórico, fatiga, sueños vividos y desagradables, insomnio o hipersomnia, aumento del apetito y retraso o agitación psicomotora.
Cuando el síndrome es secundario a la suspensión de ISRS (asociándose más al consumo de Paroxetina) suelen aparecen zumbidos, dolores de cabeza, incapacidad para dormir y ansiedad aguda.
La intensidad de los síntomas y su duración varía en función de la dosis que se tomaba, la vida media (tiempo en el que la sustancia activa permanece en el torrente sanguíneo), afinidad de la unión (capacidad del fármaco de simular el neurotransmisor natural) y velocidad del metabolismo (tiempo que tarda el cuerpo en eliminar el psicofármaco y volver a su equilibrio).