La próstata es la glándula sexual del hombre encargada de producir el semen. Se encuentra debajo de la vejiga de la orina, rodeando a la uretra, y su tamaño varía con la edad. A diferencia de otro tipo de cáncer, el de próstata se caracteriza por evolucionar de forma muy lenta en la mayoría de los casos. Tanto es así, que existen muchos hombres de edad avanzada que murieron de otras enfermedades desconociendo que tenían cáncer de próstata, ya que éste nunca les afectó durante sus vidas.
Se cree que existen cuatro causas principales que predisponen la aparición de cáncer prostático, como son: la predisposición genética, algunos agentes infecciosos transmitidos por vía sexual, factores ambientales como la exposición a productos contaminantes y, sobre todo, factores hormonales. Entre los factores hormonales encontramos la alteración de las hormonal masculinas llamadas andrógenos, en especial en hombres que toman fármacos de este tipo (culturistas, tratamientos hormonales...).
¿Qué puedo sentir si tengo cáncer de próstata?
El cáncer de próstata, como la mayoría de los tumores malignos, no causa ninguna alteración perceptible por el paciente en las fases iniciales de la enfermedad. Son tumores que evolucionan lentamente y normalmente la sintomatología va a presentarse en etapas más avanzadas. Los síntomas de la enfermedad pueden tardar mucho tiempo, incluso años, en manifestarse. Los síntomas locales que pueden presentarse son los siguientes:
- Ganas repentinas de orinar, lo que se conoce como urgencia miccional. Puede llegar incluso a aparecer pérdida involuntaria de la orina.
- Aumento de la frecuencia de ir a orinar, en especial, por la noche (nicturia).
- Dolor y escozor durante la micción (disuria).
- Retardo en el inicio de la micción, cuesta comenzar a orinar a pesar de tener ganas.
- Disminución de la fuerza del chorro miccional o intermitencia del mismo. El flujo de orina es débil o sale de manera intermitente (para y sale).
- Goteo posmiccional.
- Dificultad para vaciar la vejiga por completo.
- Presencia de sangre en la orina (hematuria) o el semen.
- Dificultad para lograr una erección (impotencia).
- En ocasiones, la uretra se obstruye por el tumor y aparece retención urinaria (obstrucción).
Existen algunos síntomas generales que suelen aparecer en las fases más avanzadas de la enfermedad, como son la pérdida de peso o apetito, dolor óseo localizado, anemia, edemas (hinchazón) en los miembros inferiores, insuficiencia renal, debilidad o adormecimiento de las piernas o los pies, o incluso pérdida del control de la vejiga o los intestinos, debido a que el cáncer causa presión en la médula espinal.
¿Estos síntomas pueden confundirse con otra enfermedad?
Sí, hay otras afecciones que pueden producir los mismos síntomas. Si se sufre cualquiera de estos síntomas, o incluso varios de ellos, lo más probable es que tenga relación con otras enfermedades benignas de la próstata y del aparato urinario, que aunque precisen de tratamiento médico, no es cáncer.
Como hemos mencionado, a medida que los hombres envejecen, la próstata se puede volver más grande y obstruir la uretra o la vejiga. Esto puede causar problemas urinarios o sexuales. Esta afección se llama hiperplasia prostática benigna (HPB) y, aunque no es cancerosa, es posible que se necesite cirugía. El principal factor de riesgo es la edad, ya que los adultos mayores de 50 son frecuentemente los más afectados. Al agrandarse el tamaño normal de la próstata, ésta comprime progresivamente la uretra, dando lugar a síntomas similares a los del cáncer de próstata, como son: dificultad para orinar, incontinencia, micción dolorosa u orina con sangre, chorro de orina débil o necesidad de orinar dos o más veces por la noche, entre otros.
No se trata de cáncer ni se convierte en cáncer, aunque puede ser un problema de salud grave para algunos hombres, por ello en ocasiones es necesario un tratamiento con fármacos que reduzcan el tamaño de la próstata, y si esto no es suficiente, será necesaria la cirugía.
Por otro lado, la prostatitis es una inflamación de la próstata, ya sea de forma aguda (puntual) o crónica. Al tratarse de una inflamación, quiere decir que ésta aumenta su tamaño y, por tanto, hace opresión sobre la uretra. En consecuencia, los síntomas que manifestará el paciente son comunes a los vistos en la hiperplasia benigna de próstata y en el cáncer de próstata. En este caso el enfermo presentará: ardor para orinar (disuria) y aumento de la frecuencia miccional. A menudo pueden presentar intenso dolor sobre el pubis, obstrucción urinaria, malestar general, fiebre, dolor muscular y/o articular. Estos últimos síntomas son lo que diferencian esta enfermedad de las otras dos. El tratamiento se basará en antibióticos y analgésicos.
¿Es importante el diagnóstico precoz?
El diagnóstico precoz hace referencia a las pruebas que se realizan para encontrar cáncer en personas que no presentan síntomas. Para algunos tipos de cáncer, las pruebas de detección pueden ayudar a encontrar cánceres en una etapa inicial con la esperanza de que pueda ser tratado con más eficacia. Por esta razón, hace años se comenzó hace años a usar el PSA para hacer el diagnóstico precoz del cáncer de próstata, porque se creía que así se podrían salvar vidas.
El PSA es una sustancia de la próstata que se puede medir con un simple análisis de sangre. Cuando se encuentra un PSA alto puede indicar que la próstata es más grande de lo normal, que está inflamada o infectada, y también que puede haber un cáncer. Sin embargo, con el tiempo, se ha descubierto que un nivel de PSA en sangre elevado no siempre es sinónimo de cáncer y que, igualmente, una cifra normal no descarta por completo la existencia de cáncer.
Si el paciente resulta tener un nivel de PSA elevado, para asegurarse del motivo de esta cifra anormal, se realizarán otras pruebas complementarias, como es el tacto rectal y la biopsia de próstata (análisis de las células de la próstata para determinar si éstas son cancerígenas). Si la biopsia confirma un cáncer, y no está avanzado, podrá ofrecerse un tratamiento con cirugía o radioterapia para intentar curarlo, con más posibilidades de éxito. El problema es que tanto los tratamientos como las pruebas que se realizan, no están exentas de riesgos y efectos secundarios. Y por otro lado, cuando se diagnostica un cáncer, no podemos saber si será uno de los que se desarrollará o no.
En conclusión, el diagnóstico precoz puede salvar vidas, pero igualmente puede hacer que hombres con cánceres que nunca llegarían a desarrollarse sufran secuelas importantes, como la incontinencia y la impotencia, por tratamientos agresivos que en principio no necesitaban.
Sabiendo todo esto, surgen importantes dudas, ¿debo someterme a un diagnóstico precoz? ¿Es necesario en mi caso? ¿Y si tengo cáncer y pudiendo curarme no hago nada? Estas cuestiones también se las han planteado los expertos y han llegado a la conclusión de que lo mejor es tratar cada caso de forma individual con su especialista (urólogo), valorando los beneficios y los efectos secundarios de las pruebas de detección y el tratamiento. Existen muchos factores a considerar, incluyendo la edad y el estado de salud. Si el hombre es joven y tiene cáncer de próstata, la enfermedad puede acortar su vida si no se encuentra pronto.
Es menos probable que las pruebas de diagnóstico precoz ayuden a vivir más tiempo a los hombres de edad más avanzada o que no tengan una buena salud. Debido a que el cáncer de próstata a menudo crece lentamente, las pruebas no se deben ofrecer a los hombres que no presenten síntomas de cáncer y que no tengan una expectativa de vida de 10 años, ya que probablemente no se beneficiarán de las mismas.