Es primavera y con ella muchas personas ven agravada su alergia. Las alergias o reacciones de hipersensibilidad, son las respuestas exageradas de las defensas de nuestro organismo, más concretamente de nuestro sistema inmunológico, cuando entramos en contacto con determinadas sustancias o alérgenos, y por lo general, se produce tras un contacto repetido. En principio, cualquier sustancia del medio ambiente puede ser el desencadenante de una alergia. Uno de los grupos alérgenos más frecuentes son los pólenes, aunque también son habituales las alergias a epitelios de mascotas, a los ácaros del polvo, a los hongos ambientales, e incluso, podemos ser alérgicos a algunos metales, como el níquel, o a productos químicos como conservantes.
En cuanto a las alergias más comunes, el primer lugar lo ocuparía la alergia por inhalación, la más frecuente de todas, producida por alérgenos como el polen, lo que hará que nuestros síntomas se intensifiquen en primavera. También la producen los hongos o los pelos de los animales. Las alergias a medicamentos, donde la protagonista más habitual es la penicilina, se trataría de la reacción adversa de nuestros cuerpos ante un fármaco, independientemente de su formato. También podemos tener reacción alérgica a los alimentos, al veneno de los insectos cuando nos pican, o alergia de contacto, que se desencadenaría cuando nuestra piel toca un determinado alérgeno como puede ser un cosmético o metal.
Es importante entender que las sustancias a las que podemos reaccionar con una alergia son tan variadas como los síntomas que pueden surgir. Es por esto que diagnosticar el alérgeno que nos afecta puede ser una tarea complicada, ya que existe una gran variedad de posibles sustancias que nos causen alergias, de hecho, actualmente hay cerca de 20.000 alérgenos conocidos. Los síntomas más frecuentes son la rinitis alérgica, reacciones a nivel cutáneo, picor y ardor en los ojos e incluso, molestias gastrointestinales. De esta manera es importante acudir al médico e informarle, lo más detalladamente posible, cuáles son nuestros síntomas, cuándo aparecen y en qué momento comienzan a empeorar.
Se calcula que más del 30% de la población tiene al menos una alergia, y es un porcentaje que está en aumento; cada vez son más comunes las alergias en la infancia. Entre las posibles causas están el incremento de sustancias extrañas en el medio ambiente, el cambio de los hábitos alimenticios, el aumento del consumo de medicamentos e incluso, una excesiva higiene en los primeros años de vida.
¿Qué tratamientos existen para tratar las alergias?
Dependiendo cual sea el agente alérgico al que somos más sensibles, lo primero que debemos hacer es evitar, en medida de lo posible, entrar en contacto o exponernos al alérgeno, es decir, si tenemos alergia por ejemplo a los frutos secos, no ingerirlos directamente o prestar atención a qué productos pueden llevarlos. En caso de alergia a un fármaco concreto como la penicilina o aspirina, avisar siempre a nuestro médico antes de que nos recete o prescriba un tratamiento y revisar siempre los prospectos antes de tomar o aplicar el fármaco para evitar que un posible alérgeno aparezca en la composición. En algunos casos, puede resultar casi imposible mantenernos alejados, como son los casos de alergia al polen o a los ácaros del polvo.
En los casos en los que nos es difícil esquivar la sustancia que nos produce alergia, tenemos otras opciones de tratamiento o terapia.
Hiposensibilización
Este tipo de tratamiento también conocido como desensibilización, inmunoterapia específica o vacuna para la alergia, es muy eficaz, pero solo se puede llevar a cabo cuando conocemos el alérgeno causante de nuestra reacción alérgica.
En este tipo de terapia, el agente alérgeno se inyecta bajo la piel en distintas concentraciones, en dosis que nos aplicarán de manera regular y que progresivamente irán aumentando hasta llegar a una dosis máxima preestablecida. Este tipo de tratamiento se prolongará de 3 a 5 años, lo cual requiere una importante implicación y constancia por parte del paciente. Con este tratamiento conseguiremos disminuir la hipersensibilidad, ya que nuestro cuerpo producirá anticuerpos y terminaremos desarrollando una tolerancia al alérgeno.
En el caso de la alergia al polen, existe una alternativa a las inyecciones, , el proceso de desensibilización se puede llevar a cabo a través de la inmunoterapia sublingual, aplicando unas gotas que se echan debajo de la lengua. El inconveniente de este tipo de tratamiento es que las dosis no serán tan exactas y su absorción a través de la mucosa oral puede no ser siempre la misma si no tragamos las gotas o por variación en la cantidad de saliva.
También tenemos otra opción de inmunoterapia sublingual, a través de comprimidos con polen de gramíneas. Las pastillas en este tratamiento, como su nombre indica e igual que en el caso anterior, se colocarán debajo de la lengua y se irán disolviendo lentamente.
Para el alivio de los síntomas
Existen muchos medicamentos que nos ayudarán a lidiar con los síntomas de la alergia; el principal inconveniente es que no tratan ni eliminan las causas. Lo podemos emplear como tratamiento preventivo, si sabemos que vamos a entrar en contacto con el alérgeno o para aliviar todos los síntomas una vez que estuvimos expuestos.
Podemos encontrar estos fármacos en distintos formatos, lo que nos será muy útil para tratar nuestros síntomas de forma localizada. Así, disponemos de aerosoles inhaladores o nasales, gotas para los ojos, comprimidos, supositorios, inyecciones o pomadas y geles.
Los más utilizados son:
Antihistamínicos
Son fármacos que actúan bloqueando los efectos de la histamina, principal causa de los síntomas de la mayoría de alergias, como estornudos, congestión nasal o irritación ocular, y consigue aliviarlos. Las ventajas que presentan es que actúan muy rápidamente y son muy efectivos. La principal desventaja es que producen somnolencia, y en algunos casos también nauseas o visión borrosa.
Existen tres grupos de antihistamínicos o generaciones, podemos escoger cual tomar en función de las actividades que vayamos a realizar. Los de primera generación producen un fuerte efecto sedante; los de segunda generación no producen tanta somnolencia, y en muchos casos una dosis al día es suficiente para mantener a raya los síntomas; y los de tercera generación que apenas presentan efectos secundarios, y serán la mejor opción si tenemos que mantenernos despiertos, como por ejemplo cuando vamos a conducir.
Ácido cromoglícido
También conocido como cromoglicato sódico. Este fármaco actúa evitando que la histamina de libere en nuestro cuerpo, y de ahí su principal inconveniente, ya que solo funciona como prevención de los síntomas, es decir, nos será útil cuando sepamos que vamos a exponernos al alérgeno. Debemos tomarlo con regularidad, lo que puede conllevar tomarlo hasta cuatro veces al día y debemos hacerlo siempre antes de que comiencen los molestos síntomas de la alergia.
Se emplea para el tratamiento del asma y la rinitis alérgica, pero su uso más destacado es como fármaco para aliviar la conjuntivitis alérgica, ya sea de carácter estacional o perenne.
Entre sus posibles efectos secundarios están las erupciones cutáneas y dolor muscular o articular.
Cortisona
La cortisona es una hormona que producimos en nuestro cuerpo de manera natural, y que es reproducible también en laboratorio, en el caso de los corticoides sintéticos. Este fármaco nos ayuda a reducir la inflamación y es muy efectivo para aliviar los síntomas de la alergia. Podemos aliviar los síntomas locales con aerosoles nasales y pomadas que rara vez producen efectos secundarios, y en comprimidos, supositorios e inyecciones para tratar el malestar general.
En estos últimos formatos de tratamiento, los corticoides se deben tomar siempre bajo prescripción médica, ya que si prolongamos su uso o tomamos dosis más altas de las recomendadas de estos fármacos, pueden llegar a debilitar el sistema inmunológico, e incluso, producirnos a largo plazo hipertensión u osteoporosis.
Al tener un efecto inmunosupresor y propiedades antiinflamatorias, son muy efectivos para el tratamiento de los varios síntomas de la alergia, como la rinitis en su formato de pulverizador o en aerosol en caso de asma bronquial o en pomada y crema cuando presentemos afecciones cutáneas.
Como siempre desde Bekia Salud, os recomendamos acudir a vuestro médico y explicarle los síntomas, para que determine cuál es el alérgeno o alérgenos al que somos sensibles y recomendarnos el tratamiento o el fármacos más eficaz para nuestro caso.